“Es urgente que todos los argentinos sean conscientes de que aquí se
habla mal”, decía Mempo Giardinelli en 2004, en su discurso ante el presidente
de la Real Academia Española y las distintas academias de los países
hispanohablantes que se reunieron ese año para el Congreso de la lengua en
Rosario (2004). Qué frasesita ¿no? Tal vez lo motivó García de la Concha, el entonces presidente de tamaña institución, o la presencia de los reyes de España. De todos modos yo diría que innecesaria, porque los argentinos eso
ya lo sabemos… Es decir, es una idea frecuente, está arraigada en el imaginario
colectivo y en el imaginario escolar. Lo tenemos tan incorporado que cualquier
uso que nos diferencie de los países hermanos en la lengua lo consideramos
incorrecto: el yeísmo, el uso de palabras como pollera o rojo,
pronunciar casa igual que caza, etc. ¿Pero qué pasa cuando nos encontramos
con el cansao, partío de los
madrileños?
La frase de arriba sirve para embarrar más la cancha, diría yo, porque
contribuye a que descendamos más en nuestra baja autoestima como pueblo y a incrementar
nuestra inseguridad lingüística, por la cual –y para dar un ejemplo- todavía hoy
mucha gente y maestros de escuela piensan, en una mezcla de vanidad y de
vergüenza, que vos es un invento
argentino, que es otra de las formas incorrectas y groseras con que
empobrecemos el idioma.
Digamos también de paso que, ante preguntas del tipo “¿los argentinos
hablamos bien o mal?” nuestros alumnos nos responderían con otra pregunta,
relativizando las ideas de bien y mal en la lengua. Pero además la afirmación
de arriba no puede menos que ser impresionista, ya que es muy difícil y
trabajoso, incluso para equipos de especialistas, arribar a una valoración
cuantitativa y cualitativa del uso de una lengua por los hablantes, a lo que se
debe agregar que la lengua cambia constantemente, a la par de la cultura,
incluso de la política.
Pero volviendo a nuestro vos,
aclaremos que aunque es nuestra forma para el pronombre de segunda persona
singular –cuyo sentido es señalar al interlocutor, es decir a ‘la persona que
habla conmigo o con nosotros’-, no lo inventamos por estas orillas de juncos y
río color de león. Vale la pena repasar su historia para aventar algunos
prejuicios residuales que tenemos los argentinos, especialmente las directoras
de escuela.
Como cualquier hablante lo sabe, al menos operativamente, para ese
lugar del sistema pronominal 'normalmente' se usan tres formas: tú, vos, usted. Dichas formas
derivan, en el mismo orden, de los pronombres latinos de 2da. persona tu (singular), vos (plural) y de la fórmula hispana de tratamiento (derivada del
plural pero con sentido de singular) vuestra merced. El cambio
principal que se produce al pasar al español es que el plural latino vos pasa a designar a un único interlocutor
(singular) en situaciones asimétricas, cuando el hablante se dirige a
una persona de jerarquía superior –uso que todavía se conserva en situaciones
especiales-, de modo que, con esa diferencia de sentido, alternaban tú y vos
para la 2da. singular.
El nuevo valor numérico de vos
(singular) se mantuvo hasta hoy aunque con diferente distribución, pero además fueron
mutando las connotaciones afectivas tanto de tú como de vos, pasando a
indicar alternativamente sentimientos de familiaridad, distancia, reverencia,
ironía, desprecio, etc., proceso que se fue cumpliendo no solo a través de los
años sino también en distintos espacios y grupos sociales. El resultado fue que
en algunas zonas o grupos sociales, como
Castilla y otras regiones, para el trato de confianza, familiar, se cristalizó tú, mientras que en otras zonas y otros
grupos, vg. en Andalucía, hizo lo propio el pronombre vos, sin descartar, en el uso de una y
otra forma, variaciones de sentido inherentes a la práctica discursiva.
Y como suele suceder cuando existen variaciones
en el uso, éstas pueden cargarse con valoraciones tanto positivas como negativas. La profesora Elida Lois, entre nosotros, ha rastreado los vericuetos bastante complicados de esas realizaciones en un estudio exhaustivo que conocí pero que lamentablemente no fue
publicado.
Pues bien, a partir de este panorama ya complejo en la misma península,
la imposición de la lengua en nuestro continente –llevada a cabo por distintos
grupos, en distintos decenios y sobre distintas comunidades indígenas- no fue
homogénea, lo cual generó diferencias: los ejércitos que conquistaron los
pueblos mesoamericanos y andinos impusieron su propia variedad de español, que
incluía el uso de tú, mientras que
los que hicieron lo propio por el Río de la Plata (y también por el Pacífico
Sur) trajeron consigo vos, lo que
explica el fuerte arraigo del voseo
que nos identifica. Por ello podemos decir con propiedad que nuestro vos no es un barbarismo como se lo pensó
durante mucho tiempo, por el contrario, es un uso bien castizo (porque tiene casta, ese término hoy en desuso que se
refiere a un origen legítimo: no lo inventamos, vino de España).
Ahora bien: en el dialecto de Castilla el uso predominante era y sigue
siendo tú, y como la primera
Gramática (1492) procedía de esa zona, y muchos señores de la RAE también, más por
esa cosa de las representaciones sociales, además de la tendencia de la Academia a restaurar la
forma etimológica, tú se constituyó
en norma de prestigio a expensas de vos.
También es de tener en cuenta el poder político: tú era la forma usada en los
Virreynatos que se constituyeron en México y Perú, mientras que por acá los
voseantes eran habitantes de apenas una ciudad-fuerte que bastante más tarde
subió de categoría.
Sensibles a esta diferente valoración, en algunos países voseantes suramericanos y ya en
la modernidad, la escuela logró torcer la historia –según se sabe de Chile-, no
así en nuestro país, donde no se pudo desterrar el uso de vos, a pesar de que durante mucho tiempo fue aquí una forma
estigmatizada y perseguida, prohibida por el Consejo Escolar de la ciudad de
Buenos Aires, por lo que obtuvo felicitaciones del egregio R. Menéndez Pidal en
1948.
La prohibición entre nosotros no pudo contra la realidad y el uso consagró la
forma. Nuevos vientos lingüísticos soplaron y con la vigencia del
estructuralismo se reconoce en niveles académicos lo que ya la comunidad de
hablantes había definido por el uso: en otras palabras, se acepta la pluralidad
de normas, por la cual cada comunidad lingüística, cada centro cultural, define
sus propios usos. De modo que en la actualidad se considera vos una variable legítima del español,
con la forma correspondiente del verbo: sabés,
en el mismo Diccionario on-line de la
RAE, con lo cual docentes y oradores locales (incluidos
políticos) que gusten de mostrarse cultos y bien hablados quedan eximidos del
esfuerzo de usar tú, vuestro, vosotros
y formas genéricas y verbales en concordancia.
Aparte, la versatilidad del uso podemos verla en muchos ejemplos de distinta índole, tanto
léxicos como gramaticales: el caso del padre rioplatense que vosea a su hijo pero que en determinado
momento puede decirle: -usted se calla, o más marcado aún: usted se me calla;
o el porteñísimo J. L. Borges (1899), que le
dice de tú “A un gato”: eres, bajo la luna, esa pantera / que nos es dado divisar de lejos, o
también Alejandra
Pizarnik, poeta nacida en Buenos Aires en 1936 que escribe en su poesía “El
miedo”: ¿Sabes tú del miedo? Tal vez
en estos dos casos sea un rasgo de internacionalidad de los autores –es sabido
en el caso de Borges, acusado tantas veces de extranjerizante; lo mismo para
Pizarnik, que residió gran parte de su vida en París, ya que en el español
internacional es el uso corriente. Pero también aparece en autores más bien
locales como Alfonsina Storni: “Tú me quieres blanca…”, incluso en los cuentos
del socialista Alvaro Yunque. Podemos entenderlo en nuestro Himno Nacional,
poema del necoclasicismo, con su Oíd, mortales, pero en un socialista... En fin, hay que aceptar también ahí las variaciones.
Esto es porque en épocas anteriores se consideraba que vos no era ‘poético’ ni adecuado al registro
escrito, de ahí que al escribir se lo remplazaba por el castellano tú o se lo evitaba usando el infinitivo o la 3ra. persona del
verbo. Sin embargo, aparecía escrito en la literatura, reproduciendo el
lenguaje coloquial, como también en la poesía del tango: “¡Qué falta que me
hacés!”, “Vení, acercáte, no tengas miedo…”, frente a unos pocos usos tuteantes
en los tangos ‘decentes’ como “La brisa”:
Mas no éramos iguales, todo nos separaba
un mundo de distancias había entre los dos:
tú eras de familia muy rica y distinguida
yo en cambio solamente era un trabajador.
La 1ra. vez que apareció vos
en textos propiamente escritos fue hace apenas unas décadas, en textos de
publicidad. Hoy se ha generalizado su uso también en la forma escrita, de modo
que aparece sin eufemismos en los textos escolares y ya en la nueva Gramática
de la RAE –aunque recién en 2015- se lo admite como norma culta del español
rioplatense, incluyéndola directamente en el paradigma verbal.
Un detalle: al principio se aceptó el uso del pronombre vos, no así del verbo en su forma
correspondiente, acentuado en la última sílaba: vos cantás. Como la diferencia era mínima (la tilde) los
preocupados por la corrección como directoras/es y profesoras/es transigían con el pronombre pero aconsejaban
hacerse los distraídos con la marca de acento. También en la pronunciación
había una transición al vos cantas,
menos grosero,
El uso de vos lo encontré en
el DRAE 2014, concretamente en el servicio de consulta subido a Internet, donde
se incluyen -si bien bastante tarde- las formas de 2da. persona del verbo tú cantas, vos cantás (¡sí, con acento!), usted canta, y así en más, en el
paradigma de la conjugación. Es bueno que las/los aspirantes a magisterio tomen
nota de esto.
Al respecto me parece oportuno hacer una referencia personal: algunos
de mis alumnos de secundaria de fines de los ’60 y los de magisterio de las
décadas siguientes tal vez recuerden, si prestaron un poquito de atención, que
ya entonces esta profe incluía en la conjugación verbal las tres variaciones de
la 2da. persona con sus correspondientes verbos, como seguramente otros
profesores –no muchos- también lo harían, sin que le hubiéramos pedido permiso
a la RAE ni a la
DGCyE. Claro que de ese modo les complicábamos el cuadro, ya de por sí
complicado y fastidioso para el alumno. Pero así era la lengua real. Y si no: ¿cómo
podrían los alumnos entender el concepto de ‘persona gramatical’, tan presente
en la lengua, si el vos no aparecía
en la gramática? Traigo este recuerdo como un ejemplo de que se puede y se
debe: es el pueblo, los hablantes, los que hacemos y detectamos los cambios en
el lenguaje; las academias van detrás de los cambios para registrar lo que ya
está instalado en el uso de una comunidad de habla.