A la muy alta y muy poderosa señora la Prinçesa Doña Joana, Gouernadora de los reynos d’ España, etc. -En su Consejo de Yndias.
Muy alta y muy poderosa señora:
A esta probinçia del Río de la Plata , con el primer gouernador della, Don Pedro de Mendoça, avemos venido çiertas mugeres, entre las cuales a querido mi ventura que fuese yo la vna; y como la armada llegase al puerto de Buenos Ayres, con mill e quinientos hombres, y les faltase el bastimento, fué tamaña la hambre, que, á cabo de tres meses, murieran los mill; esta hambre fué tamaña, que ni la de Xerusalen se le puede ygualar, ni con otra nenguna se puede conparar. Vinieron los hombres en tanta flaqueza, que todos los travajos cargavan de las pobres mugeres, ansi en lavarles las ropas, como en curarles, hazerles de comer lo poco que tenian, alimpiarlos, hazer sentinela, rondar los fuegos, armar las vallestas, quando algunas vezes los yndios les venien a dar guerra, hasta cometer á poner fuego en los versos, y á levantar los soldados, los questavan para ello, dar arma por el canpo á bozes, sargenteando y poniendo en orden los soldados; porque en este tienpo, como las mugeres nos sustentamos con poca comida, no aviamos caydo en tanta flaqueza como los hombres. Bien creera Vuestra Alteza que fué tanta la soliçitud que tuvieron, que, si no fuera por ellas, todos fueran acabados; y si no fuera por la honrra de los hombres, muchas mas cosas escriviera con verdad y los diera a hellos por testigos. Esta relación bien creo que la escribiran á Vuestra Alteza mas largamente, y por eso sesaré.
Pasada esta peligrosa turbunada determinaron subir rio arriba, asi, flacos como estavan y en entrada de ynvierno, en dos vergantines, los pocos que quedaron viuos, y las fatigadas mugeres los curavan y los miravan y les guisauban la comida, trayendo la leña á cuestas de fuera del navio, y animandolos con palabras varoniles, que no se dexasen morir, que presto darian en tierra de comida, metiendolos a cuestas en los vergantines, con tanto amor como si fueran sus propios hijos. Y como llegamos a vna generaçion de yndios que se llaman tinbues, señores de mucho pescado, de nuevo los serviamos en buscarles diversos modos de guisados, porque no les diese en rostro el pescado, á cabsa que lo comian sin pan y estavan muy flacos.
Despues, determinaron subir el Parana arriba, en demanda de bastimento, en el qual viaje, pasaron tanto trabajo las desdichadas mugeres, que milagrosamente quiso Dios que biviesen por ver que hen ellas estava la vida dellos; porque todos los serviçios del navio los tomavan hellas tan a pechos, que se tenia por afrentada la que menos hazia que otra, serviendo de marear la vela y gouernar el navio y sondar de proa y tomar el remo al soldado que no podia bogar y esgotar el navio, y poniendo por delante a los soldados que no se desanimasen, que para los hombres heran los trabajos: verdad es, que á estas cosas hellas no eran apremiadas, ni las hazian de obligaçión ni las obligaua, si solamente la caridad. Ansi llegaron á esta çiudad de la Asunçion , que avnque agora esta muy fertil de bastimentos, entonçes estaua dellos muy neçesitada, que fué neçesario que las mugeres boluiesen de nuevo a sus trabajos, haciendo rosas con sus propias manos, rosando y carpiendo y senbrando y recogendo el bastimento sin ayuda de nadie, hasta tanto que los soldados guareçieron de sus flaquezas y començaron á señorear la tierra y alquerir yndios y yndias de su serviçio, hasta ponerse en el estado en que agora esta la tierra.
E querido escrevir esto y traer á la memoria de Vuestra Alteza, para hazerle saber la yngratitud que conmigo se a vsado en esta tierra, porque al presente se repartió por la mayor parte de los que ay en ella, ansi de los antiguos como de los modernos, sin que de mí y de mis trabajos se tuviese nenguna memoria, y me dexaron de fuera, sin me dar yndio ni nengun genero de serviçio. Mucho me quisiera hallar libre, para me yr a presentar delante de Vuestra Alteza con los serviçios que a Su Magestad e hecho y los agravios que agora se me hazen; mas no esta en mi mano, porquestoy casada con vn cauallero de Sevilla, que se llama Pedro d’Esquiuel, que, por servir á Su Magestad, a sido cabsa que mis trabajos quedasen tan oluidados y se me renovasen de nuevo, porque tres vezes le saqué el cuchillo de la garganta, como allá Vuestra Alteza sabrá. A quien suplico mande me sea dado mi repartimiento perpétuo, y en gratificaçión de mis serviçios mande que sea proveydo mi marido de algun cargo, conforme a la calidad de su persona; pues él, de su parte, por sus serviçios lo merese. Nuestro Señor acreçiente su Real vida y estado por mui largos años.
Desta çibdad de la Asunçion y de jullio 2, 1556 años.
Serbidora de Vuestra Alteza que sus Reales manos besa.
Doña Ysabel de Guevara.
La anterior es copia de la versión mecanográfica existente en la Biblioteca Nacional , corregida y cotejada con el original por Gaspar García Viñas.
Prof. Gladys Lopreto.
Copiamos abajo un fragmento de otra Carta, de un compañero de viaje de Isabel, el soldado Francisco Galán, quien relata en 1545 la misma travesía:
Copiamos abajo un fragmento de otra Carta, de un compañero de viaje de Isabel, el soldado Francisco Galán, quien relata en 1545 la misma travesía:
...Después que vine a esta tierra trabajosa e más peligrosa en compañía de Don Pedro de Mendoza, como V.M. sabe, no he escrito a Vuestra Merced para darle cuenta de los infortunios que después acá han sucedido, no por falta de deseo e voluntad por que ésta nunca me ha faltado ni faltar para las cosas de su servicio salvo por el aparejo que no he tenido, porque todas las veces que se ha hecho mensajero de esta tierra e provincia me he hallado ausente del puerto de Buenos Aires, de do parten los navíos para esos Reinos, de cuya causa he tenido mucha pena porque Vuestra Merced me habrá tenido en reputación de descuidado e negligente, por lo que suplico a Vuestra Merced pues no ha sido más en mi mano me mande tornar a restituir en mi crédito. Al tiempo que Don Pedro vino a esta tierra sucedió muy grande muerte, así de hambre como de enemigos, y estuvo toda el Armada en punto de ser perdida e destruida por falta de buen gobierno e administración de capitanes, por la poca experiencia que tenía él y los que con él vinieron, e dende a pocos días sucedidas las dichas muertes se subió por el río arriba en bergantines al puerto que dicen de Corpus Christi, que es ochenta leguas más arriba del puerto de Buenos Aires, donde fue el primer puerto y escala y población que asentó en esta provincia después del puerto de Buenos Aires. En este puerto de Corpus Christi estuvo en conversación de unos indios que se dicen tenbúes, aquí la gente se reformó e tuvo de comer. Dende a ciertos días envió a Juan de Ayolas por su capitán general con tres navíos a cierta gente a descubrir el río del Paraguay e saber e calar la tierra por do mejor se pudiese entrar e dende a tres meses que fue partido, habiéndose el dicho Don Pedro de Mendoza retirado e vuelto al dicho puerto de Buenos Aires, envió al capitán Juan de Salazar de Espinosa con dos navíos en demanda e seguimiento del dicho Juan de Ayolas e yo vine en el dicho tiempo en su compañía, en el cual viaje pasamos grandes e intolerables trabajos, así en la navegación como de hambre, y a cabo de seis meses poco más o menos hallamos en el río del Paraguay dos bergantines de los que Juan de Ayolas había subido, y en ellos hallamos treinta hombres y por capitán de ellos a un Domingo de Irala, vizcaíno, el cual informó y dijo como por el puerto de la Candelaria que es en este dicho río, donde habitan unos indios pescadores que se dicen payaguaes, a 12 de febrero del año de 537 el dicho Juan de Ayolas había hecho su entrada con ciento treinta hombres en demanda de las minas e poblaciones de la tierra adentro, e que había llevado por guía un esclavo que fue de un cristiano que se decía García que había entrado por la dicha tierra e sabía el camino y con otros ciertos payaguaes de la dicha generación, e que a él le había dejado en los dichos bergantines para que le aguardase en el dicho puerto hasta que volviese. Habida esta relación, el dicho capitán Juan de Salazar se abajó e vino por este río del Paraguay abajo ciento e veinte leguas del dicho puerto de la Candelaria y en concordia de estos indios carios asentó y hizo una casa fuerte de madera que está trecientas leguas del puerto de Buenos Aires, y dejado en ella la mitad de la gente que traía en los bergantines se volvió al puerto de Buenos Aires a dar cuenta al dicho Don Pedro de Mendoza, al cual halló partido para los reinos de España, y luego se volvió a la dicha casa y puerto que se dice de la Asunción a la guardar e defender, e yo siempre he estado en su compañía por manera que como he dicho a Vuestra Merced no he tenido lugar de avisalle de todas las cosas que han pasado <...>. (fragmento de la Carta de Francisco Galán dirigida a Rodrigo de Vera de Villavicencio, 1§ de marzo de 1545, Doc. 235, Comisión, II, 424ss.)
Opina Felipe Pigna de Gladys Lopreto que es 'la investigadora que más exhaustivamente ha trabajado sobre este documento'. En Pigna F. (2011): Mujeres tenían que ser. Buenos Aires, Planeta.
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