Las lenguas
estándar […] son quizás las formas de lenguaje menos interesantes para
cualquiera que
se muestre interesado por la naturaleza del lenguaje humano.
se muestre interesado por la naturaleza del lenguaje humano.
R. H. Hudson
Pregunta clave. Referida al
lenguaje, que es el rasgo distintivo de lo humano, expresa una preocupación –no
excluyente de otras, como las referidas al vestido, los olores, las formas
corporales, etc.- por ser aceptado, bien valorado, socialmente agradable,
gustado. La hacen chicos y grandes, dirigida hacia quienes se supone tienen más
autoridad en la materia: padres, mayores, profesionales. Tan es así que uno de
los temores confesos de maestros y docentes en general es, en primer lugar,
usar una palabra en la forma como no debe
decirse, y luego, en algún caso concreto, no saber responder a la pregunta ¿cómo se dice? ¿se escribe con v o con
b?¿cómo se pronuncia? ¿se dice rojo o colorado?
Con la pregunta del título iniciamos algunos talleres
dirigidos a maestros, docentes y estudiantes de profesorado, a la que seguía la
propuesta de una serie de alternativas para casos en los que los hablantes
suelen tener duda como: haya/haiga, el/la
sartén, Mariela con o sin artículo, le
vi/lo vi, hubo/hubieron incidentes, y otras. Ante la primera de la serie
-como sabemos, el subjuntivo del verbo haber-
la mayoría contestaba inmediatamente: haya,
como para no dejar dudas sobre sus conocimientos de Lengua. Pero unos pocos
se quedaban pensando y al final se atrevieron a responder: se dice de las dos formas. Las dos respuestas son válidas pero
parten de criterios distintos: respetar la normativa en la primera -es decir,
cómo se debe decir-, dar cuenta del uso en la segunda, concretamente que
algunos hablantes dicen habitualmente haya
y otros haiga, como es el caso de
Argentina y de otros países hispanohablantes, incluiso España.
El uso de una determinada forma
puede darse con respecto a grupos distintos o también en un mismo hablante, en
distintas situaciones. A este respecto, dice el autor del epígrafe:
La
cantidad de variación que se da de hecho en una determinada comunidad dependerá
de las potencias relativas de dos fuerzas: la conformidad y el individualismo o
personalismo [designados como ‘enfoque’ y ‘difusión’ por R. Le Page]. Se da la
primera donde hay un alto grado de contacto entre los hablantes y concordia
sobre normas lingüísticas, y suele ser típico de comunidades lingüísticas muy
pequeñas y entrelazadas o de sociedades donde existe una lengua escrita muy
estandarizada (sánscrito, francés, español). Se da la segunda donde no existen
ninguna de dichas condiciones (gitano). Puede que también haya diferencias
individuales en la disposición para crear vocabulario nuevo o para usar el
lenguaje metafóricamente. En tal caso el individuo ‘creativo’ estaría yendo más
allá de las normas aceptadas, y quizás rompiéndolas en circunstancias muy
especiales (por ejemplo, la poesía). [texto adaptado] Hudson R. 1981: 24-25
Nuestro propósito al iniciar el
taller era que tomaran conciencia del fuerte arraigo que tiene la actitud
prescriptiva en la escuela, ya que éste fue el sentido con que la mayoría había
interpretado la pregunta en forma inmediata. Pero nos engañaríamos si
pensáramos que esa actitud se limita a la escuela, porque la misma preocupación
está presente en la sociedad toda, especialmente en padres y adultos pero
también es motivo de escarnio entre jóvenes y niños y constituye además tema de
columnas y secciones en los medios. En ocasiones, una ‘incorrección’ léxica,
gramatical u ortográfica pudo ser usada para desacreditar a más de un docente,
político o escritor[1].
Como los medios están a la pesca de
los intereses y necesidades del público, la pregunta suele encabezar secciones
o columnas de medios gráficos y virtuales. A modo de ejemplo transcribo
literalmente el mensaje de Tonyo, un hablante nativo de español, mexicano,
enviada al sitio http://forum.wordreference.com/, en el que
comunica su preocupación justamente con respecto a la forma en cuestión.
mil disculpas por esta
ignorancia imperdonable. algun entendido puede decirme como se dice? haya?
haiga??? o halla? (verbo haber???? o auxiliar del tipo ha/han??)[2]
La consulta se refería tanto a la
palabra como a la escritura, como se ve al proponer luego el problema concreto:
quiza no haiga/halla/haya nada que escribir mañana...
La pregunta
generó una seguidilla de respuestas ‘correctivas’ de distinos participantes on-line:
nunca se debe decir "haiga" sino haya
"haya" es la palabra correcta para la frase
de arriba.
HAYA..........¡haiga es un error garrafal que muchas
personas cometen!
Haiga no existe. Haya es de haber
haiga, mas que un barbarismo
es una barbaridad.
Nuestro interés en el taller no
estaba precisamente en averiguar cuál era la forma correcta y si los alumnos la
conocían sino en constatar que, ante la pregunta ambigua, la mayoría la interpretaba
en forma inmediata en su sentido normativo, equivalente a “cómo debe decirse” o “cuál es la forma
correcta”. Nuestra experiencia de hablantes nos dice también que este es el
sentido que habitualmente le damos a la pregunta. No es una elección inocente,
revela prioridades en la escala de valores. Es tan fuerte el interés que
ponemos en ‘lo correcto’ que este sentido eclipsa al otro, otorgado por la
condición impersonal del verbo en su forma pasiva, que la hace equivalente a la
pregunta sobre “cómo dicen los hablantes” o “cuáles son las formas que usan los
hablantes para el subjuntivo del verbo haber”.
Volviendo al foro, este segundo sentido
de la pregunta aparece menos y siempre después de una serie de respuestas
confirmativas del uso correcto, es decir, como producto de una reflexión, posterior
a observar la afluencia de opiniones impulsivas de hablantes escandalizados
ante el uso ‘vulgar’; de hecho, es una respuesta más extensa, lenta,
explicativa, como si hablara un docente. Transcribo algunas:
Hola Tonyo, se dice de las dos maneras. Una es
incorrecta (haiga) pero muy usada. Y
la otra es la correcta haya, del
verbo haber.
haiga es una
forma antigua, actualmente se la considera un ruralismo. Y en algunos lugares
también propio de quienes no tienen mucha educación formal por lo que se
considera vulgar.
El hecho de que la primera
interpretación y la más frecuente esté relacionada con lo normativo indicaría
en principio que el hablante ha desarrollado una conciencia sobre la norma, su
existencia e importancia social, y esto tiene que ver con que ‘sabe’ que cada vez
que habla dice mínimamente dos cosas: comunica algo sobre un tema, que es lo
que generalmente lo motiva a hablar, al mismo tiempo que comunica algo sobre sí
mismo. Por eso no necesita de aclaración o agregados, no solo aparece en la pregunta
del comienzo sino en empleos similares: no
se dicen malas palabras, de eso no se habla, se hace silencio, que a pesar
de su ambigüedad semántica a menudo son recibidas como ‘órdenes’ (acto de habla
indirecto).
No son dos aspectos separados: el
tema elegido ya dice algo del hablante en la medida en que está marcando un
interés dirigido a determinadas problemáticas. Pero es más fácil controlar el
“sobre qué hablamos” que el “cómo hablamos”, por lo cual tal vez este segundo
aspecto dice más de nosotros que el primero. La madurez, la información, el
conocimiento, van fundamentando ciertos controles que ejercemos sobre el habla:
no digo trolo, no vaya a ser que
piensen que soy homófobo; si decís negro
sos racista, si usás la palabra sexo
sos machista, así como también ‘hablan’ los gestos, las miradas, los
movimientos, eso que suele llamarse ‘presencia’, además de muchos otros elementos
difíciles de analizar y describir presentes en palabras como química, onda, ángel.
Todo habla sobre nosotros, aunque no
del mismo modo a ‘los otros’. En ese todo
está comprendido lo que llamamos lenguaje y, como una parte específica, la
lengua, es decir, el lenguaje verbal. Y aunque no es lo mismo para todas las épocas
(ver Blanco), en mayor o menor medida somos concientes de que las palabras que
usamos, cómo pronunciamos, qué forma verbal elegimos etc., contribuyen en gran
medida a construir una imagen de nosotros frente a los otros.
A menudo se piensa esto en relación
con el deseo de dar una imagen de persona ‘culta’ en el sentido tradicional,
ligado a las prácticas de lectura: una persona leída, ‘pronunciar’ todas las
letras, vocabulario ‘rico’, ser explícito –lo que muchas veces se juzga por la
construcción de oración = sujeto + predicado, etc. Ni qué digamos del prurito
de usar una terminología actualizada. Todo esto y mucho más, agregado a una
capacidad de fluidez –que muchas veces tiene que ver con estados anímicos o
sentimientos de seguridad y de autoestima, más que con razones lingüísticas o
culturales- nos llevan a valorar positivamente a alguien que ‘hable bien’.
Pero no siempre es así. Una chica de
quince años, hija de profesionales y asidua lectora desde la temprana infancia
de ‘buena literatura’, se plantó un día frente a la autoridad parental: -“Me
enseñaste a hablar como una vieja, desde ahora voy a hablar como mis
compañeros”. También es conocido el caso de dirigente gremial, en secreto
profesional universitario, que adoptó vocabulario, pronunciación, estilo,
generalmente juzgados como ‘vulgares’. Así como la escuela valoriza la capacidad
de habla explícita, en otras culturas pero también en la nuestra se valora en
ocasiones la parquedad, el laconismo, como puede verse en este texto que
integra la literatura sugerida para la educación escolar: Don Segundo Sombra de R. Güiraldes. Esos rasgos aparecen como
atributos de la llamada ‘hombría’ o más bien de virilidad, en aquella escena
inicial entre Don Segundo Sombra -ícono de la masculinidad- y el peoncito:
Don Segundo fue más parco aún
en sus explicaciones, y yo no sabía por entonces a qué se debía ese silencio
despreciativo que usan los que se van cuando hablan con los que quedan en las
casas.
-¿Podré dir yo?
-Si te manda el patrón.
-¿Y si no me manda?
Don Segundo me miró de arriba
abajo y sus ojos se detuvieron a la altura de mis tobillos.
-¿Qué es lo que busca?
-pregunté fastidiado por su insistencia.
-La manea.
-¿Ande la tiene?
-Creiba que te la habías
puesto.
Un momento tardé en darme cuenta de su decir. Cuando
comprendí hice lo posible por reírme, aunque me sintiera burlado con
justicia.
Don Segundo no fue explícito como lo hubiera sido
una maestra, comunica sin utilizar el código lingüístico (Sperber y Wilson: 1994) y en esa situación,
dada la cultura y el tipo de vínculos, el mensaje es más efectivo.
Es decir: no hay un único modo de hablar bien. Ya la Sociolingüística ,
los Estudios del Discurso, la
Etnopragmática y otros, brindan aportes acerca de conceptos
como adecuación, necesidades comunicativas, interacción, que comprenden la
inclusión de variedades y variaciones en relación con las situaciones concretas
de los hablantes.
No son siempre iguales los criterios
(ver Blanco). En mis primeras etapas de docencia, allá en el siglo pasado, un
punto importante, insoslayable, era enseñar Normativa, pero luego en la
práctica me encontraba con que los casos en que los alumnos cometían errores
eran tan pocos, que eso mismo invalidaba su inclusión como contenido. Luego,
hasta los años 90 más o menos y en la cátedra universitaria, yo hacía la
pregunta ex profeso ambigua: “¿Cómo hablan o hablamos los argentinos?”, o en
especial los platenses, o aún más personalizada: “¿Cómo habla Maradona?” y la
respuesta generalizada era “Mal”. Pero ya finalizando los 90, hecha esta
pregunta a alumnos de Periodismo, fueron apareciendo diferentes respuestas, en
principio relativizando la condición de ‘hablar mal’ o ‘hablar bien’, hasta que
uno de los alumnos más claros me respondió: “Maradona habla mal pero no le
importa”, a partir de lo cual comprendí la poca pertinencia de la pregunta y
dejé de hacerla.
Esta diversidad de criterios que se
va dando a través del tiempo –a modo de ejemplos, la época actual podría ser
considerada como más tolerante y permisiva con respecto a la 1ra. mitad del
siglo XX, en que se consideraba “grosero” el voseo (cita); luego en los ’70 se
prohibían desde el poder ciertos usos lingüísticos- no se da en simultaneidad
en todos los sectores, de modo que pueden coexistir actitudes elitistas y
normativistas junto a otras más amplias y comprensivas. Así podemos entender
cómo, en una época de apertura como la nuestra, se dan también posiciones
normativistas o clásicas, usado este último en su sentido etimológico (de dar clase). Por eso no es de extrañar que,
aunque se cuele subrepticiamente el lenguaje popular sobre todo a través de sus
actores, la escuela conserva en gran medida una actitud conciente de condena
hacia la tolerancia y la permisividad lingüísticas.
De ahí tal vez la persistencia en
considerar la corrección lingüística como un valor y su peso al momento de las
evaluaciones personales en la práctica escolar, que lleva a la preocupación del
usuario por mostrarse poseedor de la misma. Esto no se reduce a las paredes del
aula: pasa al imaginario social –creado en gran medida por la misma institución
escolar, que así pasa a ser legitimadora del uso-, donde entra en conflicto con
aquella actitud abierta que reconocemos para esta época, subsiste –a menudo en
forma de ideal no cumplido- en la mente de los adultos, los padres de los
chicos, y también los docentes, quienes como usuarios pueden practicar un
lenguaje vital, vigente, no siempre coincidente con aquel que ‘deben’ enseñar.
Incluimos en los que llamamos ‘docentes’ no solo a maestros y profesores sino
también comunicadores, redactores e incluso cualquier hablante que se preocupe
y se ocupe en dar indicaciones precisas sobre cómo usar el lenguaje, señalar
errores, atenerse a lo aprobado por instituciones como las academias, porque
aunque personalizamos a menudo en el maestro esta actitud correctiva, por
momentos intolerante, ellos son muchas veces nada más que el elemento visible
de una cadena que incluye tanto a los propios padres como a directivos,
inspectores, institución escolar, instituciones académico-comerciales, etc.,
todos agentes de determinadas políticas culturales y educativas.
Pero volviendo al principio: no una
parte menor de estas preocupaciones se concentra en la pregunta sobre los
hechos fonéticos: ¿cómo se pronuncia?
Acá proponíamos fenómenos de asimilación, algunos todavía no aceptados e
incluso tampoco reconocidos en su existencia, como la tendencia a elisión de –s
final de palabra, cambio en su articulación frente a determinadas consonantes,
diptongación de vocales contiguas, que aparecen con frecuencia en las
siguientes ocurrencias[3]:
me pelié
|
me peleé
|
||
moskito
|
mojkito
|
||
almuada
|
almoada
|
||
lohárbole
|
lohárboleh
|
losárbole
|
losárboles
|
lahkuela
|
laehkuela
|
la-ehkuela
|
la-eskuela
|
En el caso del
yeísmo, en cambio, típico del habla rioplatense, ya no se lo concibe como
incorrecto pero conduce a dudas y cruces ortográficos como escribir haya por halla y a la inversa, dado que ambas formas tienen la misma
pronunciación tanto para yeístas como para los que no lo son (salvo los que
distinguen –ll- (fonéticamente [λ])[4]:
yeísmo
rioplatense:
|
uso castellano:
|
||
halla
|
(de hallar ‘encontrar’)
|
[´aya]
|
[´aia]
|
haya
|
(de haber)
|
[´aya]
|
[´aia]
|
Cabe aclarar que la
confusión en el uso casi nunca existe –en el verdadero sentido de la palabra existir, que expresa contingencia, no
esencia- porque el sentido no está en la palabra aislada sino en la palabra en
contexto, en el uso concreto, en la ocurrencia.
Por razones similares
se da otro tipo de fenómeno, relacionado con nuestro yeísmo, en la palabra utensilio, que la mayoría de nosotros escribe,
mediante un proceso de ultracorrección, utensillo, o los menos informados
directamente utensiyo, pero nadie se
equivoca con concilio. Claro que los utensilios son elementos de uso
frecuente y pertenecen a un campo semántico amplio, mientras que los concilios tienen un uso restringido a
personas ‘cultas’ o letradas.
Pero volviendo a la duda inicial de
Tonyo, no podemos menos que hacer referencia al ‘discurso del candidato’. Como
se sabe, éstos suelen usar en su discurso frases contundentes, efectistas, que
los identifiquen, sean propias o ya existentes como caiga quien caiga. La frase indica firmeza, decisión, no detenerse
frente a los riesgos. En estos sentidos puede equivaler a contra viento y marea, luchar
contra molinos de viento, pero, a diferencia de ‘lo quijotesco’, la primera
frase agrega a la idea de decisión y de arrojo un sentido de amenaza dirigido
siempre hacia un otro, un desafío, hasta una provocación. No se escucha en
todos los ámbitos: por ejemplo, no es esperable en la escuela ni en un tribunal
de justicia pero sí en el estrado político, a tal punto que ha sido varias
veces usada desde un balcón presidencial o desde el despacho del general.
Hay quienes la tienen incorporada a
su discurso y quienes nunca la pronuncian, aunque todos la entendemos. Pero
solo la traigo aquí porque rima con aquella forma verbal de arriba, más
inocente, pero que también usó un presidente en su discurso de candidatura. Me
refiero a Felipe Calderón, presidente entre 2006 y 2012 del país que tiene la
mayor cantidad de hispanohablantes del planeta, es decir, México. En entrevista
televisiva del 5 de junio de 2006 subida a youtube, así responde al
cuestionamiento que le hace la entrevistadora acerca de los métodos empleados
para llegar al poder:
Como dicen en mi tierra, haiga sido como haiga sido, yo tomaré las
riendas del país[5].
La salvedad al principio lo pone a
salvo de cualquier crítica porque demuestra que conoce la norma pero se atreve
a desafiarla desde su lugar de poder, permitiéndose el uso coloquial, regional,
por más que éste sea juzgado como incorrecto o vulgar (lo es con toda propiedad
ya que, pese a las posibles connotaciones, la raíz etimológica vulgus significa ‘pueblo’ en latín). Por
eso podemos decir que, pese a la condena escolar y académica, haiga sido es un uso adecuado pues dice de la decisión de no arredrarse
frente a nada, ni siquiera a lo canónico, para conducir el país (se infiere que
es una actitud en ese momento sentida como necesaria).
Posiblemente la frase, ya existente
como tal en el habla mexicana, fue en ese momento subida a los medios, aunque
éstos en general son atentos a la normativa y se preocupan por utilizar la
lengua estándar. Y es así como en artículos y comentarios se la devuelve al
presidente en notas críticas a su gobierno. La encontramos en un texto de una
política del PRI, la
Mstra. Magdalena Gómez de la Universidad Pedagógica
Nacional, publicado en 2007 en el diario La Jornada
de México y titulado:
‘Haiga sido como haiga
sido’ o el fin justifica los medios [6]
La forma, que podemos considerar
‘marcada’, también aparece en comentarios como el siguiente, de un usuario
mexicano de Internet:
Haiga sido
como haiga sido, es presidente; haiga sido como haiga
sido, ya van dos años; haiga sido como haiga sido, cada día estamos más
jodidos; haiga sido como haiga sido, hay algo bueno: ya sólo le quedan cuatro
años. (Romeo González/México DF, 2008)
El nuevo sentido podemos verlo todavía
en marzo de 2012, en sendos artículos titulados “Ley del haiga sido como haiga sido” y “Fracaso del haiga sido como haiga sido”, en
la edición on-line del diario Zócalo
de México.
Saliendo de ese hecho singular, la forma parece tener
mucha vitalidad en México, pese a la condena generalizada en muchos países hispanohablantes.
En algunos casos el estigma es muy
fuerte. Uno de los foros por Internet se armó en base a la pregunta a los
lectores sobre cuánto tiempo sostendría la relación con alguien que en la
primera cita utilizase normalmente haiga.
Contestan hablantes nativos de inglés,
chilenos, argentinos, uruguayos, españoles. Transcribo una respuesta:
Haces
muy bien en hacer esa consulta… nunca se debe decir "haiga"
sino haya. Es un barbarismo bastante extendido en mi tierra, Andalucía,
y, sorprendentemente, por lo menos para mí, también en Cataluña. Por otro lado,
no hay que confundir el verbo haber con el verbo hallar
(encontrar).
Algunos
ejemplos:
- Que
yo haya (1) dicho que no lo hallo (2) no quiere decir que lo haya (1) buscado.
- Ay
(3), cuánta gente hay (1) ahí (4).
1: verbo haber
1: verbo haber
2:
verbo hallar
3:
interjección
4: adverbio de lugar
Esto dice un mexicano:
se dice de
las dos maneras. Una es incorrecta (haiga) pero muy usada. Y la otra es la correcta
haya, del verbo haber.
Otro:
haiga es una forma antigua,
actualmente se la considera un ruralismo. Y en algunos lugares también propio de quienes no tienen mucha educación
formal por lo que se considera vulgar.
Es interesante el comentario del hablante
de Uruguay porque refleja la creencia que también es nuestra y que se resumiría
en la frase ‘en mi país hablamos mal’:
Me
sorprendí al leer que el haiga se
puede escuchar en tantos países distintos, no tenía ni la menor idea. Es
bastante habitual también donde yo vivo, usado por gente con muy poca educación
formal. Hubiera jurado que era algo que solo se podía escuchar por estas tierras.
Todos los días se aprende algo nuevo.
En resumen: pese al estigma,
la forma haiga parece tener una
existencia vigorosa en muchos países hispanoparlantes, incluyendo la misma
España. En este país incluso su existencia está corroborada por un regionalismo
hispano, muy particular pero a pesar de ello incluido en el DRAE[7],
que es el sustantivo haiga: ‘coche
muy grande y ostentoso’, supuestamente proveniente de la frase atribuida a los indianos ricos –nuevos ricos- que volvían
a la península y al comprar un coche pedían el
más grande que haiga.
Un buen resumen aparece en artículo de 2009
del venezolano José Antonio López[8],
quien resume los valores de haiga:
-sustantivo para los angloparlantes, en el sentido de ‘coche’ y también ‘género
de poesía’, en traducción del inglés; -vulgarismo rural para los hablantes de
muchas y diferentes regiones de Hispanoamérica; -sustantivo ‘coche’ para los
españoles.
Desestima el uso como sustantivo, que es un
mero españolismo, en cambio lo recupera como verbo. Cito:
pocos
parecen notar que ese haiga del verbo
haber aparece en regiones rurales de
todos los países hispano-parlantes. Por lo tanto, es de esperar que tenga un
origen arcaico común, y no sea tanto algún tipo de deformación inculta. La
diferencia sería que en las zonas rurales se ha seguido hablando igual durante
siglos, mientras que en las zonas urbanas ha ocurrido un cambio conjunto, sin
importar que haigan quedado islas culturales donde el habla ha permanecido
invariable.
Este
estudioso sigue a Ángel Rosenblat en “Estudio
sobre el habla de Venezuela. Buenas y malas palabras” de 1952 y “Defensa del
habla venezolana” (1953):
…la lengua
culta ha adoptado haya, mismo y traje, y rechaza como
rústicos haiga mesmo y truje, aunque los usara Cervantes y
todo el Siglo de Oro. … haiga era en la época clásica tan legítimo como haya
(se apoyaba además en la analogía con caiga y traiga), y hoy es
evidente vulgarismo… En los campos de Venezuela todavía se dice haiga, truje,
semos, vide, mesmo… como en la buena literatura del Siglo
de Oro, ¿y no parece pura arbitrariedad considerar malas unas formas tan bien
conservadas sólo porque la lengua general ha sido infiel a ellas? He aquí que
lo rústico consiste en la fidelidad al Siglo de Oro.
El criterio no es solo por la literatura y me
parece importante destacarlo:
Una cosa
nos recuerda siempre Rosenblat: sin desmerecer al habla culta, el acercamiento
al habla rural, plagada de vulgarismos, debe ser respetuoso. Ese campesino que
dice haiga o mesmo no está a la moda, pero está usando las mismas palabras que
habría usado El Manco de Lepanto.
En el habla formal de la escuela, se impone haya. Pero no siempre están a salvo los
educadores, a juzgar por este traspié del Secretario de Educación mexicano,
Alonso Lujambio, en entrevista televisiva (febrero 2010), destacada enseguida
por el periodismo y citada en el foro:
"La idea es que todas
las escuelas compongan su himno y haiga
un, haya una hermosa competencia por himnos", señaló en entrevista en
Primero Noticias.
También encontramos haiga como válido en la escritura formal. Así al menos se lo puede
leer en un texto serio, suponemos cuidado (http://ministeriomujervirtuosa.org/
México 2007):
Es de sumo
gozo el que usted haiga llegado hasta este portal. El propósito principal del
Ministerio Mujer Virtuosa es compartir el plan de Dios para su vida, por medio
de la Palabra
de Dios. No importa si eres soltera, casada, divorciada… Permitanos agradecerle
anticipadamente por su visita a nuestra página. Nos bendice mucho el que usted
nos haiga visitado...
No es para asombrarse encontrar el haiga en mensajes de Internet, ya que no
se caracteriza este medio por el cuidado de la normativa, pero sí permite
constatar la vitalidad de la forma:
(Alguien
que pide títulos de películas:) Puede ser de comedia, drama, accion pero que
haiga sexo, osea que sea bien caliente. alguna sugerencia?[9]
O este comentario de Chihuahua, México, abril 2010[10]:
(richis)…
claro que es un asunto electorero, y tienen de aqui al dia de las elecciones
para solucionar la problematica por la que estamos pasando todos los que
vivimos en Juarez porque el dia de las votaciones debemos de darle nuestro voto
a aquel que las haiga solucionado (aclarando, no al que lo haiga prometido con
su acostumbrada labia, sino al que lo haiga solucionado antes de las
elecciones). y si ninguno de los de siempre lo soluciona, pues votemos por alguien
diferente que no sea satelite de ellos a ver si ellos pueden solucionarlo y de
esa manera castigamos a los que ya nos han gobernado y que hasta ahorita no nos
han cumplido (estaba el pri y no hizo nada, vino el pan y tampoco, volvio el
pri y siguio igual). Es hora de exigir que nos cumplan, si no pa fuera.
En el siguiente diálogo, el hispanohablante usa haiga y el extranjero lo corrige:
1. hombre dudo que haiga una forma de saber cuando uno
va morir, es mas creo que eso es ilogico.
2.
"hombre dudo que haiga una forma de saber cuando uno va morir" ¡¡¡¿¿¿HAIGA????!!!
Hasta yo, que soy brasileño, ¡sé que no se escribe así! ¡¡¡¡HAYA!!!!
La corrección sirve de base al humorismo, en Cuba:
"Trespatines: Yo no tengo la culpa de que esa
lámpara se haiga extraviado.
Juez: Haiga no,
haya.
T: ¿No es haiga con ge?
J: No señor. Es haya con y griega.
T: ¿Con y
griega? ¿Y tú pa' qué tienes que meter en esto letras extranjeras?
J: La y griega
no es una letra extranjera Trespatines.
T: ¿No dices
que es griega?
J: Sí.
T: ¿Y qué pasó?
¿La hicieron ciudadana cubana?
J: Mire Trespatines, si no conoce las letras
vaya a la escuela.
Entendemos como Rosenblat que la variación haiga debe ser respetada -o mejor dicho
es el hablante quien debe ser respetado-; acá vale también el criterio de Erica
García, porque además de ser un uso comunitario puede aportar también un
sentido distinto (‘el fin justifica los medios’, el ‘vale todo’ en política).
En nuestro medio la forma estigmatizada no es
tan frecuente, tal vez como efecto de la escolarización generalizada. Según
testimonio de muchos hablantes consultados, tiene vigencia todavía en el habla
rural pero se la toma como una forma antigua. De hecho suele aparecer en textos
que adoptan un estilo gauchesco. Aparece no casualmente en el Martín Fierro, cuyo autor advierte en la Carta que acompañó a la 1ra.
edición del Poema (1872), que intentó presentar
un tipo que personificara el carácter de nuestros gauchos, concentrando el modo
de ser, de sentir, de pensar y de expresarse que le es peculiar. Esto
explica por qué lo pone en boca de su personaje en varias oportunidades en la Primera Parte : El gaucho Martín Fierro:
Ansí me hallaba una noche
contemplando las estrellas,
que le parecen más bellas
cuanto uno es más desgraciao,
y que Dios las haiga criao
para consolarse en ellas.
(I, Canto IX, 1449)
En cambio, en la Segunda Parte
(1879): La vuelta de Martín Fierro, donde
el autor tiene como sabemos una postura distinta –que incluye el reclamo de que
‘el gaucho debe tener escuela’- la forma aparece una sola vez y en boca de un
personaje secundario, que además es un viejo:
"Ánima bendita", dijo
un viejo medio ladiao
"Que Dios lo haiga perdonao
es todo cuanto deseo,
le conocí un pastoreo
de terneritos robaos."
(II, Canto XVII, 2525)
Retomando
esta connotación rural y folclórica, puede encontrarse también un uso curioso y
conciente del haiga en un
establecimiento dedicado a la cría y venta de caballos criollos en Córdoba
(Argentina). En la página de Internet que publica el haras[11]
pueden leerse nombres compuestos asignados a los caballos, en los que en la
primera parte es un calco de la fórmula hispánica malhaya o bienhaya, con
valor de interjección ponderativa, pero en
su versión ‘gauchesca’: BienHaigaCapitán,
BienHaigaMiPrienda, BienHaigaFarrero, BienHaigaLaGurisa, BienHaigaFirulete… En una lista publicada en
2002 de más de cuarenta nombres propios calcados sobre esa fórmula, al sentido
positivo de la interjección inicial, el uso ‘incorrecto’ le agrega un toque de
autenticidad a la condición de ‘ser criollos’.
Resumiendo: haya y haiga pueden
considerarse variedades, en tanto se atribuyen a grupos sociales definidos, y
también variaciones en tanto realizan o actualizan determinadas necesidades
comunicativas del hablante (el caso del candidato presidencial). Como hemos
visto en los pocos ejemplos y pese a estar condenada, la segunda parece tener
bastante vitalidad en el habla mexicana.
Es probable que muchos piensen que haiga es una ‘deformación’ de la forma
legítima y correcta: haya. No es así,
ambas son formas ‘legítimas’, ya que son producto de complicados procesos de
transformación en los que se cumplen las leyes de cambio fonético estudiadas
por R. Menéndez Pidal en su célebre Gramática
Histórica. Allí encontramos que las dos variantes son resultado de las
modificaciones fonéticas producidas por el uso durante siglos en una única
forma latina para el presente de subjuntivo: habeam.[12]
Esto es, no son formas anómalas ni extranjerismos sino que pertenecen a lo que
el autor denomina el ‘patrimonio’ de la lengua.
Pero a pérdidas y transformaciones
de sonidos hay que agregar otro proceso muy común en aquellas épocas antes de
que la RAE ,
fundada en 1789, fijara las normas ortográficas, y es el llamado por Menéndez
Pidal ‘refuerzo de la articulación’ mediante el agregado de sonidos, tal como
lo podemos ver en hombre (de homine), hembra
(de femina), almendra (fr. amande, ptg. amendoa), pongo (de pono), caiga (de cadea), etc. En nuestro caso el
fonema/grafema agregado es g, con el que se deja constancia seguramente
de algún rasgo fonético percibido por los hablantes (como actualmente en guevo, guisqui), fenómeno que se
confirma por la abundante aparición en textos del siglo XVI de formas
alternantes oyo/oigo, trayo/traigo, rayo/raigo (recordar que y
no representa en el dialecto castellano nuestra consonante y sino un sonido palatal
cerrado casi idéntico a una i muy cerrada). [13]
El mismo tipo de fenómeno se produce
en otros verbos, que se registran en la época clásica en forma alternante: vaya / vaiga, haya / haiga, caya / caiga,
traya / traiga, usos que aparecen en
Cervantes y otros, y que “el vulgo [sic] sigue aún usando” (Menéndez Pidal
1962: 292/293). Pues bien, en unos casos la RAE fijó la 1ra. forma del par (vaya, haya), en otros la 2da. forma (caiga, traiga). Lo de ‘vulgo’ debe
interpretarse en el sentido de que la forma verbal haiga no está reconocida por la RAE y, en consecuencia, no aparece en la escritura
formal o canónica, pero sobre todo porque es una forma que, si bien usada por
una enorme cantidad de hablantes, resulta estigmatizada por aquellos sectores
reconocidos como ‘cultos’ o que han recibido una educación formal. Es la
escuela la que dice: “esta es la forma correcta”. Por lo tanto es lo primero
que debe aprender una maestra, para después corregir a sus alumnos…
Con criterios más actualizados –la
1ra. edición de la famosa Gramática Histórica de Menéndez Pidal es anterior a
1904- y si nos sustraemos a los juicios valorativos de la sociedad mayoritaria,
podemos afirmar que las formas haya y
haiga pueden considerarse productos
legítimos de derivas de una misma raíz latina, que registran probablemente la
misma antigüedad. Hemos visto que ambas formas subsisten en los principales
países hispanohablantes. En algún momento, basándose en criterios que no
conocemos, la
Academia Española (s. XVIII) consagró la primera. La otra
conservó su vitalidad en grupos alejados del influjo académico (poblaciones
rurales, de escaso acceso a la educación formal). La última resulta condenada
socialmente, lo que demuestra una vez más que la oposición correcto / incorrecto
no es una cuestión de jurisprudencia lingüística.
[1] Pese a que contamos con el
antecedente fuerte de Roberto Arlt
[2] Es un texto ‘copiado y
pegado’ pues me pareció conveniente conservar la escritura original.
[3] Usamos el alfabeto común
para representar los sonidos en forma aproximada
[4] Como la variación ‘escolarizada’ de halla [´aλa] , que es común en Misiones.
[7] En la actualidad, tras muchos cuestionamientos
de lingüistas, figura en el Dicc. como ‘españolismo’.
[8] Blog “De la vida” http://ecotonoavila.blogspot.com
[12] Esas leyes fonéticas
fueron descritas a partir de los registros conservados en textos escritos de
los siglos X a XVI. Los
cambios sucesivos de pronunciación a partir de habeam (lat) consisten en: pérdida de la –m final, pérdida de la consonante sonora intervocálica –b- y cerramiento de la vocal central –e-, que en su posición intervocálica
tiende a semivocal palatal –i, y- (recordar que ambas letras en el dialecto
castellano representan un sonido similar a nuestra –i-, vocal cerrada que
tiende a consonante –o sea, a cerrarse más- cuando está entre vocales).
[13]
Desde el punto de vista funcional, la forma haiga tiene más poder diferenciador
que haya porque evitaría confundir haya (de haber) y halla (de hallar), que se pronuncian igual tanto
en el español rioplatense (yeísta) como en las variedades mexicana, peninsular
y otras, no en zonas menores como el NEA.