La profesión más antigua
de la humanidad
El interés por descubrir cuál es la profesión más
antigua de la humanidad tiene que ver con la intnción de destacar, de una determinada actividad o trabajo existente, su condición de
imprescindible, para lo cual importa no solo cuánto tiene de antigua sino si
subsiste o si todavía se la requiere.
Tareas como frotar piedras para producir fuego,
tajar una pluma para escribir, practicar
una sangría, mandar señales de humo, son muy antiguas pero ya no se practican –además,
muchas de ellas son hoy imposibles de llevar a cabo: imaginémonos en una ciudad moderna que
algún comunicador pretenda mandar
señales de humo. A su vez, los electro-informáticos resultan hoy
imprescindibles, por ejemplo, ya que si se
cayeran todos los sistemas -no solo el del Banco de la esquina, que nos
deja muchas veces pagando-, sino absolutamente todos los sistemas del país o del
mundo, no funcionarían los aeropuertos ni los tomógrafos ni el lavarropas, pararían
las grúas, no cobraríamos el sueldo, dejaríamos de recibir noticias, sería el
caos total, la anarquía, pero su importancia no radica justamente en la
antigüedad de esas profesiones.
También tenemos que tener en cuenta que hablar de profesión implica la competencia en hacer algo que no es meramente
instintivo, natural, como respirar y comer y otras parecidas. Respirar, por ejemplo: lo
hacemos sin pensar y como respuesta a ciertos mecanismos innatos que funcionan
maravillosamente sincronizados, al punto de que nuestro cerebro hace sonar una
alarma interior y nos despierta en caso de disnea. En cambio, cuando hablamos
de profesión nos referimos a una
actividad concientemente asumida, que implica una preparación y que ubica a la persona
en un determinado rol frente a otros.
Cuál fue la profesión más antigua, que a la vez
subsiste en la actualidad y que supuestamente nunca desaparecerá, es una forma
de destacar la importancia de esa probable profesión. Cómo saberlo: hoyos en las piedras,
semillas guardadas, piedras para pulir, palabras del griego, relatos bíblicos,
han servido para proponer diversas respuestas. Ahora bien: todos esos vestigios o
documentos hallados suponen, en quien los hizo, la condición de ‘humano’, condición que, según dicen muchos científicos, tiene que ver con el surgimiento del lenguaje, ya que, como define el famoso neurobiólogo chileno H. Maturana, ‘el hombre es un ser de lenguaje’, al mismo tiempo que afirman los lingüistas que ‘el lenguaje es tan
antiguo como la humanidad’.
De modo que la clave estaría en el lenguaje. Si asociamos la profesión a un
nombre que la identifique –criterio que puede ser arbitrario pero que, a falta
de otro más aceptable, no deja de guardar cierta coherencia- buceando en el lenguaje encontraríamos la respuesta
Y así vemos que -más allá de una lengua histórica como el
griego, más allá de la biblia, que supone la complejidad de la escritura- existieron lenguajes mucho más antiguos como el de las señas y los
gestos, que fueron mutando a sonidos y palabras y así se formaron las lenguas
que hoy conocemos, básicamente de formato oral-auditivo, que procederían a su
vez de aquellas lenguas-madres o proto-lenguas, existentes hace más de 7.000 años (difícil
decir cuánto) en algunas zonas de Europa y Asia.
A esas lenguas-madres pertenecían unas diez palabras madres (Alatorre) que todavía sobreviven
con vitalidad en las lenguas modernas y que serían entonces las palabras más antiguas de nuestra
cultura. Una de ellas es la palabra meg(h)- con el
significado básico de ‘más’.
Pues bien: esta antigua raíz es la que formó las actuales palabras maestra, maestro. Si esto es así, ya sabemos cuál es la profesión más antigua y permanente, que tiene que ver con la idea
de ‘más’, de ‘grande’, ‘superior’.
En nuestra lengua, las palabras más, mayor, maestro, magno, majestad y otras, relacionadas todas con la idea de ‘más’, tienen una historia continua de por
lo menos unos 3.000 años en las lenguas históricas conocidas, ya que proceden del latín magis, magister, pero a su vez el origen de éstas y las correspondientes a otra lenguas afines, como el
adjetivo griego méga ‘grande’
(presente en megaterio, megalomanía), está en aquella antiquísima raíz.
Agregamos a esto un hallazgo: tal vez, en algún momento hubo un
cruce con otro sentido, aparentemente ajeno, que puede deducirse de la existencia en el español
actual de un adjetivo poco usado, pero del que da cuenta el Diccionario de la
Academia Española. Nos referimos a mego/mega
con el significado de ‘maravilloso, estupendo’, que los especialistas explican
como un derivado popular del latín magis,
magicus -de los que provienen nuestro actual mágico y también mago-
que funciona también como sustantivo con el valor de ‘persona que hace
encantamientos’. No es de extrañar si pensamos en los magos como sabios y maestros que enseñaban sus artes mágicas. Y también,
por qué no, en los maestros y maestras, verdaderos magos y magas que deben
enseñar a leer y escribir y a la vez a comer y atender a los niños en sus necesidades y problemas, con los
pocos elementos materiales y simbólicos que generalmente reciben de los
ministerios y funcionarios de turno.
Otro detalle interesante: de la misma raíz viene el sustantivo maia ‘mujer, madre, partera’, que puede
rastrearse a lo largo de muchos siglos hasta llegar, mediante el
método comparativo, a aquel antiquísimo ancestro común (dejo las relaciones semánticas a los lectores).
Para finalizar este recorrido, la misma antigüedad que meg(h)- se reconoce a la raíz reg- ‘palo, poder’ (otra de las diez palabras madres), de la que provienen las palabras modernas regla, rey, derecho, Reich, right, entre otras. Podemos observar en esta rápida mirada por los orígenes que es tan antigua la idea de ‘maestro’ como la de ‘regla, regir, corregir’ –es decir, tener el palo o bastón de mando, el poder (¿será por eso que a maestras/os les gusta tanto corregir?). Como palabras distintas, formarían dos líneas de deriva separadas (el saber enfrentado al poder, aunque no siempre), que se unen sin embargo en sánscrito en una palabra: maharajah ‘magno rey’, ‘rey más grande’.
Para finalizar este recorrido, la misma antigüedad que meg(h)- se reconoce a la raíz reg- ‘palo, poder’ (otra de las diez palabras madres), de la que provienen las palabras modernas regla, rey, derecho, Reich, right, entre otras. Podemos observar en esta rápida mirada por los orígenes que es tan antigua la idea de ‘maestro’ como la de ‘regla, regir, corregir’ –es decir, tener el palo o bastón de mando, el poder (¿será por eso que a maestras/os les gusta tanto corregir?). Como palabras distintas, formarían dos líneas de deriva separadas (el saber enfrentado al poder, aunque no siempre), que se unen sin embargo en sánscrito en una palabra: maharajah ‘magno rey’, ‘rey más grande’.
Por lo que pudimos ver y si pensamos con Ivonne
Bordelois que “la vinculación primigenia no es nunca arbitraria”, este buceo
por las etimologías ennoblece la profesióm de maestra/o, que pasa a ser,
literalmente, un grande. Y no podemos dejar de mencionar aquí, aunque sea al
pasar, la asociación del sonido /m/ de maestra/o con el sentimiento del ‘amor’ en las
lenguas romances, según la autora mencionada.
Textos mencionados:
Alatorre (1989) Los 1,001 años de la lengua española. México, FCE.
Bordelois (2006) Etimología
de las pasiones. Buenos Aires, Libros del Zorzal.
Maturana y Varela (1986) El árbol del conocimiento. Santiago, Ed. Universitaria.
Maturana y Varela (1986) El árbol del conocimiento. Santiago, Ed. Universitaria.
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