Reúno en este espacio textos de mi autoría que son productos de investigaciones, búsquedas bibliográficas, reflexiones, a veces serias, a veces no tanto, sobre los temas de estudio que transité: el lenguaje, la lengua, el juego de la gramática, el discurso, la enseñanza, la práctica educativa, los libros, y también la aventura maravillosa de haberme internado en el siglo XVI en la selva paraguaya a través de un estrecho ventanuco: las cartas de los soldados que vinieron a este extremo sur del continente. Muchos de estos trabajos fueron publicados en actas de congresos, unos pocos bajo el formato libro, y otros tantos tienen existencia virtual. Tal vez a algún lector le interesen, lo que constituirá para mí un momento de alegría. GLADYS LOPRETO

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jueves, 2 de marzo de 2017

La profesión más antigua de la humanidad
El interés por descubrir cuál es la profesión más antigua de la humanidad tiene que ver con la intnción de destacar, de una determinada actividad o trabajo existente, su condición de imprescindible, para lo cual importa no solo cuánto tiene de antigua sino si subsiste o si todavía se la requiere.  
Tareas como frotar piedras para producir fuego, tajar una pluma para escribir, practicar una sangría, mandar señales de humo, son muy antiguas pero ya no se practican –además, muchas de ellas son hoy imposibles de llevar a cabo: imaginémonos en una ciudad moderna que algún  comunicador pretenda mandar señales de humo. A su vez, los electro-informáticos resultan hoy imprescindibles, por ejemplo, ya que si se cayeran todos los sistemas -no solo el del Banco de la esquina, que nos deja muchas veces pagando-, sino absolutamente todos los sistemas del país o del mundo, no funcionarían los aeropuertos ni los tomógrafos ni el lavarropas, pararían las grúas, no cobraríamos el sueldo, dejaríamos de recibir noticias, sería el caos total, la anarquía, pero su importancia no radica justamente en la antigüedad de esas profesiones.
También tenemos que tener en cuenta que hablar de profesión implica la competencia en hacer algo que no es meramente instintivo, natural, como respirar y comer y otras parecidas. Respirar, por ejemplo: lo hacemos sin pensar y como respuesta a ciertos mecanismos innatos que funcionan maravillosamente sincronizados, al punto de que nuestro cerebro hace sonar una alarma interior y nos despierta en caso de disnea. En cambio, cuando hablamos de profesión nos referimos a una actividad concientemente asumida, que implica una preparación y que ubica a la persona en un determinado rol frente a otros.
Cuál fue la profesión más antigua, que a la vez subsiste en la actualidad y que supuestamente nunca desaparecerá, es una forma de destacar la importancia de esa probable profesión. Cómo saberlo: hoyos en las piedras, semillas guardadas, piedras para pulir, palabras del griego, relatos bíblicos, han servido para proponer diversas respuestas. Ahora bien: todos esos vestigios o documentos hallados suponen, en quien los hizo, la condición de ‘humano’, condición que, según dicen muchos científicos, tiene que ver con el surgimiento del lenguaje, ya que, como define el famoso neurobiólogo chileno H. Maturana, ‘el hombre es un ser de lenguaje’, al mismo tiempo que afirman los lingüistas que ‘el lenguaje es tan antiguo como la humanidad’.  
De modo que la clave estaría en el lenguaje. Si asociamos la profesión a un nombre que la identifique –criterio que puede ser arbitrario pero que, a falta de otro más aceptable, no deja de guardar cierta coherencia-  buceando en el lenguaje encontraríamos la respuesta
Y así vemos que -más allá de una lengua histórica como el griego, más allá de la biblia, que supone la complejidad de la escritura- existieron lenguajes mucho más antiguos como el de las señas y los gestos, que fueron mutando a sonidos y palabras y así se formaron las lenguas que hoy conocemos, básicamente de formato oral-auditivo, que procederían a su vez de aquellas lenguas-madres o proto-lenguas, existentes hace más de 7.000 años (difícil decir cuánto) en algunas zonas de Europa y Asia.
A esas lenguas-madres pertenecían unas diez palabras madres (Alatorre) que todavía sobreviven con vitalidad en las lenguas modernas y que serían entonces las palabras más antiguas de nuestra cultura. Una de ellas es la palabra meg(h)- con el significado básico de ‘más’.
Pues bien: esta antigua raíz es la que formó las actuales palabras maestra, maestroSi esto es así, ya sabemos cuál es la profesión más antigua y permanente, que tiene que ver con la idea de ‘más’, de ‘grande’, ‘superior’.
En nuestra lengua, las palabras más, mayor, maestro, magno, majestad y otras, relacionadas todas con la idea de ‘más’, tienen una historia continua de por lo menos unos 3.000 años en las lenguas históricas conocidas, ya que proceden del latín magis, magister, pero a su vez el origen de éstas y las correspondientes a otra lenguas afines, como el adjetivo griego méga ‘grande’ (presente en megaterio, megalomanía), está en aquella antiquísima raíz.
Agregamos a esto un hallazgo: tal vez, en algún momento hubo un cruce con otro sentido, aparentemente ajeno, que puede deducirse de la existencia en el español actual de un adjetivo poco usado, pero del que da cuenta el Diccionario de la Academia Española. Nos referimos a mego/mega con el significado de ‘maravilloso, estupendo’, que los especialistas explican como un derivado popular del latín magis, magicus -de los que provienen nuestro actual mágico y también mago- que funciona también como sustantivo con el valor de ‘persona que hace encantamientos’. No es de extrañar si pensamos en los magos como sabios y maestros que enseñaban sus artes mágicas. Y también, por qué no, en los maestros y maestras, verdaderos magos y magas que deben enseñar a leer y escribir y a la vez a comer y atender a los niños en sus necesidades y problemas, con los pocos elementos materiales y simbólicos que generalmente reciben de los ministerios y funcionarios de turno.
Otro detalle interesante: de la misma raíz viene el sustantivo maia ‘mujer, madre, partera’, que puede rastrearse a lo largo de muchos siglos hasta llegar, mediante el método comparativo, a aquel antiquísimo ancestro común  (dejo las relaciones semánticas a los lectores).

Para finalizar este recorrido, la misma antigüedad que meg(h)- se reconoce a la raíz reg- ‘palo, poder’ (otra de las diez palabras madres)de la que provienen las palabras modernas regla, rey, derecho, Reich, right, entre otras. Podemos observar en esta rápida mirada por los orígenes que es tan antigua la idea de ‘maestro’ como la de ‘regla, regir, corregir’ –es decir, tener el palo o bastón de mando, el poder (¿será por eso que a maestras/os les gusta tanto corregir?). Como palabras distintas, formarían dos líneas de deriva separadas (el saber enfrentado al poder, aunque no siempre), que se unen sin embargo en sánscrito en una palabra: maharajah ‘magno rey’, ‘rey más grande’.

Por lo que pudimos ver y si pensamos con Ivonne Bordelois que “la vinculación primigenia no es nunca arbitraria”, este buceo por las etimologías ennoblece la profesióm de maestra/o, que pasa a ser, literalmente, un grande. Y no podemos dejar de mencionar aquí, aunque sea al pasar, la asociación del sonido /m/ de maestra/o con el sentimiento del ‘amor’ en las lenguas romances, según la autora mencionada.

Textos mencionados:
Alatorre (1989) Los 1,001 años de la lengua española. México, FCE. 
Bordelois (2006) Etimología de las pasiones. Buenos Aires, Libros del Zorzal.
Maturana y Varela (1986) El árbol del conocimiento. Santiago, Ed. Universitaria. 


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