1.
Introducción.
El presente trabajo se enmarca en un
proyecto ambiciosamente titulado “Lenguaje y comunicación”. El por qué de este
proyecto tiene que ver con el sentimiento de una carencia en los estudios del
lenguaje, que creemos viene de la etapa “científica” de los mismos, en que se
desvinculó a la lengua del tema de la comunicación, tal vez por una fe ingenua
en el ‘circuito del habla’ de Saussure, mejorado más tarde por Jakobson. Este
circuito se daba como una ‘realidad’, de modo que no era necesario estudiar más
que el instrumento, y si bien estos conceptos ya han sido cuestionados, las
consecuencias de su aplicación aún siguen en parte en vigencia.
Le sigue una época en que prima una mirada
escéptica sobre la posibilidad de comunicación entre los seres humanos.
Lógicamente el lenguaje, el diálogo, no sirven, no existen, lo cual es
coherente con un enfoque eminentemente formal de la lengua. Son los años sesenta,
signados por el pensamiento existencialista, con un clima de época marcado por
obras como “El extranjero” de Camus, “El grito”, “La noche”, de Antonioni, y
otras. También ven la luz los Aspects of
the Theory of Syntax, by N. Chomsky (1965). Sin embargo para entonces,
nuestro bien ponderado Quino -a quien, por la cantidad de veces que se lo cita
en la Universidad
e instituciones educativas ya debería habérsele otorgado un título de Doctor
Honoris Causae, y a quien nosotros también citaremos para no quedar al margen
de los paradigmas científicos-, hacía decir a uno de sus personajes: “¿Te conté
que mi único problema de comunicación es que no puedo incomunicarme?” No se
trataba de la clara y sesuda Mafalda sino de su otro yo, la ‘feminísima’
Susanita. La frase de la blonda mujercita pone un tono de humor y nos dice:
¡eh, no es para tanto, la comunicación existe!
Utilizando esa síntesis de rápida
comprensión que ofrece la historieta podemos marcar la recuperación del
concepto, aunque no en el sentido ingenuo de arriba. G. Bateson ratifica su
vigencia como la matriz en la que encajan
todas las actividades del ser humano (en texto reimpreso en. 1984, 17).
Siendo por otro lado, el hombre un ser de lenguaje, rasgo que para H. Maturana
es distintivo de la especie, nos proponemos aproximarnos a esta área del
conocimiento desde un enfoque comunicacional, elección que nos conduce por un
lado hacia el lenguaje en uso, y por
otro nos propone los textos o discursos como hechos a ser estudiados.
Este es el recorrido que intentaremos hacer.
2.
LOS ESTUDIOS SOBRE LENGUAJE
La contemplación intelectual -desideratum
de los aspirantes a participar en alguna medida de este privilegio de dioses-
cada tanto se ve sacudida, perturbada, últimamente podemos decir que muy a
menudo, por convulsiones imprevistas, explosiones de algo que no estaba dentro
del plan (del contemplador). El mismo N. Chomsky, uno de esos aspirantes, declara
su fascinación por llegar al menos a atisbar los sutiles y complicados
mecanismos que operan en la mente humana, a lo que dedica su cuantiosa labor
intelectual y editora de textos, pero cae en cuenta de la necesidad de resolver
antes otro tipo de urgencias de la humanidad, tema que convierte también en
motivo de sus últimas publicaciones y entrevistas.
Este tipo de cruzamiento de intereses
elevados con problemas coyunturales suele tener lugar también en un orden
menor; tomemos como ejemplo el espacio de la institución escolar, donde el
docente especializado en un área de conocimientos al que le otorga un grado muy
alto en su escala de valores, no entiende la actitud a menudo falta de interés
de los adolescentes, incomprensión que recorre también la dirección opuesta.
Las motivaciones no son las mismas en uno y otro actor del hecho educativo:
casi siempre parte del joven, más permeable a las urgencias vitales y menos
proclive a sostener el peso del prestigio, la pregunta por el ‘sentido’ de la
enseñanza. En el área en la que transitamos, que es la del estudio del
lenguaje, evitaré nuevos circunloquios tomando por un atajo, y así me atrevo a
decir que cada vez que un chico pregunta, explícita o implícitamente, para qué
sirve el estudio de “lengua”, nos está diciendo que lo que falta es
“comunicación”. El viejo reclamo que persiste en las aulas lo ha sido también
de muchos investigadores y científicos del lenguaje, área en la que ha primado
durante mucho tiempo el desconocimiento del ‘para qué’: la pregunta surge con
fuerza desde hace unas décadas, sustentada por nuevas (y no tan nuevas) teorías.
Cuando se entendía el estudio lingüístico
como un arte, este tipo de preguntas no tenía lugar, porque la explicación
estaba en el concepto de arte mismo. El problema se plantea a partir de que el
conocimiento descriptivo o explicativo de la lengua se propone erigirse en ciencia,
esto es, de Saussure en adelante. Lo primero, ya sabemos, son las
delimitaciones de lenguaje y lengua. En sentido estricto, al menos en
las búsquedas de precisión características de los estructuralistas
postbloomfieldianos, hacia la década del 50 el término lenguaje se restringía al sistema de comunicación específico del
género humano, natural, originado tal vez en eso que recibe el nombre difuso y
abstracto de ‘facultad’, reconocida desde siempre como patrimonio de la especie,
o en las estructuras innatas ‘reales’ o concretas del cerebro. Hoy prima en el
uso del término, aún en los trabajos científicos, el sentido amplio que siempre
tuvo en la terminología popular: todo acto de comunicación es lenguaje.
No cualquier hecho de comunicación
constituye sin embargo el objeto de estudio de la ciencia lingüística, sino más
bien algo que se llama lengua. A esta altura cabe volver a
preguntarnos: ¿qué es la lengua? o más bien: ¿podemos delimitar un sistema
preciso, regular, que nos permita una mirada analítica a los efectos de conocer
cómo está formada y cómo funciona? Los lingüistas de principios de siglo
respondieron afirmativamente, pese a que ya desde entonces se cuestionara el
concepto (B. Croce), y en los estudios específicos se perfiló la noción de ‘lengua’
como objeto de estudio homogéneo, a la medida de las exigencias positivistas.
Pero para mediados de siglo se vuelve un hecho innegable la condición de
heterogeneidad del lenguaje, que socava el requisito sinequanon del modelo saussureano: la solución entonces es recurrir
a un procedimiento de idealización que, desconociendo la diversidad de los
datos empíricos, se justifica como método necesario a toda investigación
científica según Chomsky.
Es cierto que el problema del uso del
lenguaje y la comunicación, de última, está contenido en la pregunta 3ª de N.
Chomsky (1989, 17). Pero tal vez lo más productivo del cambio de actitudes es
que se toma en cuenta la heterogeneidad, tanto en lo social como en lo
individual del fenómeno lingüístico, lo que va luego a permitir enfocar un
nuevo objeto de estudio: el hecho histórico, el discurso. Esto, en rigor,
modifica a su vez el punto de partida, porque en esta perspectiva se vuelve
insostenible la idea de un objeto, la lengua, que consiste en una serie de
regularidades sintácticas y fonológicas preexistente a cualquier acto
lingüístico que la actualice; por el contrario, dirá Hodge (1995, 201ss), las
regularidades son siempre contingentes y provisionales. Aún más, no se concibe
la lengua sino como uno de los modos de producción de significado de las
prácticas sociales, que participa simultáneamente de otros códigos no verbales:
proxémicos, gestual, etc., con los que guarda interdependencia (Id., 209).
Es lo que en un estilo conversacional
explicaba G. Bateson a su hija (1972, 39): “...No existe nada que sean ‘meras
palabras’. Y toda la sintaxis y la gramática y esas cosas no tienen sentido.
Están basadas en la idea de que existen ‘meras palabras’... y no existen”.
Agrega luego que las palabras se inventaron
con posterioridad a los gestos y tonos de voz, “mucho después, cuando ya habían
inventado los maestros de escuela”... Lo último da pie a un interesante tema de
reflexión, que dejaremos de momento: cuánto de la enseñanza escolarizada de la
lengua ha pasado a los conceptos sobre lenguaje.
Con respecto a la solución idealizadora
propuesta arriba, nos parece acá importante la opinión de E. Bernárdez (1995,
71): “...la reducción de los objetos complejos de estudio científico ha sido
una característica fundamental, y plenamente justificable, de las ciencias
clásicas. Su validez puede alcanzar al lenguaje, aunque desde muchas
perspectivas puede parecer excesiva una idealización que pierde aspectos tan
‘palpablemente’ importantes como el uso. Los desarrollos científicos más
recientes, sin embargo, parecen abrir una vía de estudio de objetos muy
complejos sin necesidad de proceder a una reducción radical de los mismos”.
El replanteo más importante del marco
teórico parte de un enfoque comunicacional. La sociedad existe en la comunicación,
afirmaba ya por 1916, (el mismo año del Cours),
J. Dewey (cit. por Goffman E. 1991, 61). Cf. también la definición de arriba de
Bateson, quien agrega: “La comunicación no se refiere solamente a la
transmisión verbal, explícita e intencional de un mensaje;... incluye todos los
procesos a través de los cuales la gente se influye mutuamente, por una parte,
y, por otra, los objetos, plantas y animales que rodean a las personas” (Id.
13).
Lo relacionamos con la definición de ser
humano como ‘ser de lenguaje’ para H. Maturana. En su evolución, dirá que el
hombre desarrolló este sistema con rasgos peculiares y específicos, que le ha
dejado su impronta, a pesar de que comparte otros sistemas de comunicación con
otros seres vivos: el canto, el volumen de los gritos, los gestos, los movimientos,
los mensajes químicos, las miradas, etc. Pero todos estos diferentes códigos
han quedado eclipsados por el crecimiento del lenguaje como sistema altamente
complejo y productivo, que tendió a verse así como la única fuente de comunicación.
De ahí que durante siglos primó su estudio, a pesar, dirá Bateson, de que todos
los tipos de redes comunicativas son coexistentes (1984, 30, 230).
Tomaremos de este autor, para nuestros
propósitos, la distinción que hace entre códigos de comunicación: en primer
lugar, los que se producen a nivel intrapersonal e interpersonal, donde la
codificación es típicamente atomística (ej. la palabra), y en segundo lugar,
los que ocurren a nivel grupal y cultural, donde la codificación comprende
nuevos tipos de simbolización, y la función de los individuos como canales de
comunicación se halla eclipsada por la importancia de los sucesos intra e
interpersonales (id. 234). Pues bien: por razones diversas, en el estudio del
lenguaje durante muchos siglos no se avanzó de los primeros umbrales, es decir,
del nivel atomístico. Su característica inherente de complejidad permiten ya a
ese nivel una productividad para la creación infinita, y nunca más apropiada la
metáfora que la imagen arbórea, aunque los esquemas ramificados con los que se
intenta representar los procesos productivos mentales nunca pasan de arbustos
esmirriados y demasiado rígidos (y pido perdón por el abuso de la metáfora,
cuyo uso justifica el mismo autor aún para el lenguaje de los hombres de
ciencia, cf. 1972, 235). La capacidad de nominalización (acá también Bateson) y
la posibilidad infinita de construcciones lingüísticas comunican a los seres
humanos una idea de sí mismos de creatividad, de capacidad creadora, luego
trasladada a un dios hecho a imagen y semejanza del hombre: así Dios creó el
‘cielo’ y lo nombró cielo, etc. Esta
capacidad nominalizadora fascinó desde el sacerdote bíblico o egipcio hasta
Chomsky, pasando por toda una cantidad de contempladores y escribas que se
internaron, o se perdieron, en el entretejido y fondoso ramaje -también en la
espesa hojarasca- del lenguaje.
Así podemos decir que el sendero
microscópico, atado al nivel atomístico, conduce al análisis del instrumento
pero no lleva a la comunicación. Hemos pensado durante demasiado tiempo que un
mejor conocimiento del instrumento nos llevaría a un mejor conocimiento de la
relación. Pero si el mapa no es el territorio, tampoco lo son las técnicas de
dibujo, las aerofotografías y todo el instrumental al uso. Volviendo al
lenguaje, durante mucho tiempo faltaron los niveles grupal y cultural en los estudios
científicos del lenguaje. El replanteo lleva a abandonar la mirada
exclusivamente inmanente, fascinante por un lado, tentadora por cierto en
cuanto a que ofrece límites seguros y por ende garantiza entretenimiento por
mucho tiempo a un nivel superior, mientras haya consenso sobre su necesidad e
importancia. Pero los tiempos cambiaron y se cuestiona todo esto, y ahí viene
la comunicación, que no es otra cosa cuando los irreverentes jóvenes preguntan:
y el análisis sintáctico ¿para qué sirve?
De ahí viene este intento de desandar el
camino y encontrarnos en los cruces entre lenguaje y comunicación. En primer
lugar, intentamos ir hacia quienes ya han hecho este recorrido. Acá nos encontramos:
primero con los tradicionalistas, los que nada pretendían respecto del carácter
científico del lenguaje, los precientíficos o presaussureanos, los poetas con
su fe en la comunicación, los retóricos o interesados en los efectos de
persuasión por el lenguaje, etc. Los artistas, los profetas. Los filólogos y
sacerdotes, cultores de la palabra en su prístina validez. Pasado el siglo XIX
no podemos menos que buscar entre los científicos, y así encontramos que cuando
se encaran estudios de comunicación existen varias actitudes (no excluyentes
entre sí):
* compararlo con otros sistemas de
comunicación (Cf. la revisión de Akmajian 1987, 1ª Parte);
* apuntar a la interacción entre lenguaje y
contexto, y por tanto dar importancia a los efectos (pedagogos, sociolingüistas
que toman en cuenta la educación, etc.);
* enfocar el discurso o texto en sí mismo
(con riesgo también de asumir una mirada atomista, microscópica);
* tomar como objeto el ‘lenguaje en uso’,
etc.
3.
CONCEPTO DE LENGUAJE EN USO
Seguimos a Hodge (1993, 193ss.). quien
entiende el lenguaje como un cuerpo de conocimiento, a su vez componente
esencial de los conocimientos que hacen posible la vida social de todos los
días. Este concepto implica regularidades masivas pero también contradicciones
sistemáticas, a partir de que las formas lingüísticas están ampliamente distribuidas
pero no de igual manera entre los usuarios de una comunidad.
En vez de exponer ese conocimiento como un
sistema lógico: las ‘reglas de la gramática’, Hodge propone otro camino, tal
como este conocimiento circula en la vida social, a través de una serie de
instancias bien conocidas que llevan, implícita y diversificadamente, una serie
de entendimientos de cómo el lenguaje opera en la práctica social.
Dice más adelante: “Lo que llamamos hechos
de discurso (e.g. posicionamiento de hablantes y tópicos, circulación de
significados y textos) son inseparables de los que han sido llamado hechos del
lenguaje (o de la lengua) (e.g. fonología, sintaxis, semántica, gramática), y
ambos juntos son indispensables para determinar las formas y procesos
ideológicos” (201 ss). En consecuencia señala la necesidad de reteorizar los
conceptos claves alrededor de los cuales se constituye habitualmente el campo
de la lingüística: ‘gramática’, ‘sintaxis’ y ‘semántica’, para que sea adecuada
al análisis del discurso.
La propuesta apunta sobre todo a una teoría
que establezca las relaciones entre reglas del lenguaje y operaciones de poder
en el actuar de la vida social, a través de la acción de usuarios de una lengua
particular como sujetos sociales:
“irreduciblemente -dice-entendemos el lenguaje como una práctica social.., entre muchas otras
prácticas sociales de representación y significación”.
En tanto práctica social real, la lengua consiste
en discursos o textos, que constituyen los datos primarios a partir de los
cuales se infieren las series de reglas, sistemas y significados que son
producidos por los participantes. Esta mirada se opone directamente al supuesto
fundamental de la lingüística tradicional, acerca de un objeto, el ‘lenguaje’,
que se identifica especialmente con las regularidades sintácticas y fonológicas
de la lengua, que es un hecho social que existe, en su unidad y coherencia,
fuera y antes de cualquier acto lignüístico particular que lo actualice. El
punto de partida es en cambio que las regularidades son siempre contingentes y
provisionales.
El texto es definido por este autor como un
registro de lenguaje en uso, como el producto de participantes situados
socialmente, operando con un grado relativo de elección en situaciones donde la
conducta discursiva está constreñida a diferentes grados de estructuras
específicas de poder y dominio, que van de la igualdad (dimensión de
solidaridad) a la desigualdad (dimensión de poder). Los usuarios del lenguaje,
como individuos con determinada ubicación social, no tienen acceso al ‘sistema
de la lengua’ como tal, sino un acceso parcial y selectivo a configuraciones particulares
de ese sistema, las cuales juntas componen una serie abierta a la que llamamos,
como un acto social en sí mismo, una ‘lengua’. El sistema total no es otro, nos
dirá, que la organización de una serie de elecciones.
4.
LOS CORPUS A ESTUDIAR
Nuestro camino hacia el enfoque
comunicacional en los estudios del lenguaje, aparte de la investigación
bibliográfica que sustente el marco teórico buscado, se orienta hacia el
estudio de los discursos o textos: “el estudio empírico será fundamental en toda investigación textual o, más en
general, de uso del lenguaje” (Bernárdez 1995, 70).
Hemos elegido determinados tipos de
discursos para nuestro estudio. Nos interesa por una parte el discurso escolar,
como un tipo de discurso determinado cuyo estudio plantea el tema de la
diversidad lingüística y la función de la escuela en cuanto a si supera o
ahonda diferencias. Cobra importancia en la escuela el discurso escrito, pero
también tiene un papel preponderante la oralidad, y acá son a tener en cuenta
los posicionamientos sociales de cada participante del hecho educativo, su acceso
al sistema de ‘elecciones’ que conforman la lengua, junto a otros elementos
tanto del lenguaje como de otras instancias comunicativas: lo corporal, lo no
verbal, el papel de la emoción (Maturana). El tema fue abierto en el trabajo
anterior realizado por la cátedra, bajo el título de “Prólogo a la violencia” (Oficios terrestres 3, 1996, 61 ss).
Por otra parte, encaramos el estudio de
otro tipo de discursos, el de los medios gráficos. Para ello partimos del
corpus de noticias relacionados con un acontecimiento o serie de
acontecimientos. Tanto en el caso anterior como en este, reconocemos con E.
Bernárdez (cit. 146) la necesidad de herramientas metodológicas distintas a las
habituales en lingüística; “el estudio empírico (sobre textos reales
producidos/recibidos en condiciones reales, etc.) resulta ahora fundamental
como vía para la generalización científicamente válida... De ahí que los
estudios recientes sobre el texto trabajen (nuevamente) sobre corpus,
habitualmente extensos... No existe alternativa a este estudio de textos
concretos, es decir, no podemos utilizar sin más los métodos
axiomático-deductivos típicos de la lingüística desde al menos N. Chomsky”
De las dos propuestas, en el presente
trabajo nos referiremos a los estudios realizados en la prensa gráfica.
Corpus: Se trabajó en el análisis de las
noticias sobre los motines ocurridos en cárceles bonaerenses en abril de 1996,
tal como aparecieron en: Página/12, La
Nación y Clarín,de
circulación nacional, y otro corpus de noticias publicado por el diario El Día
de La Plata.
Entendemos que, en tanto “construcción social de mundos
posibles” reflejan discursivamente la problemática social de los
acontecimientos, el ámbito donde se desarrollan, las marcas de subjetividad de
los enunciadores, la emergencia de la oralidad y, menos explícitamente, la
ideología de los medios de prensa.
La idea rectora parte de la dificultad que
plantea T. Van Dijk (1996) acerca de la distinción problemática entre noticia y opinión, partiendo de lo informativo y lo evaluativo. Las noticias
se presentan habitualmente como discursos neutros, que informan y no contienen
evaluaciones acerca de la información; la opinión, así, quedaría limitada a las
notas editoriales, en las cuales la evaluación es totalmente abierta. Esta
distinción se problematiza, ya que es sabido que cada diario encara los sucesos
de la realidad desde su propio encuadre ideológico. Por lo tanto en las
noticias aparecen las evaluaciones sustentadas por ese encuadre y tratan de
inscribir al receptor en esa formación ideológica que se puede manifestar en
forma directa, indirecta o disfrazada.
Tomamos de R. Alsina (1989) la relación
entre el acontecimiento-noticia con la realidad social, a partir de la noción
de construcción de la realidad, como producción de sentir a través de la
práctica productiva y las rutinas organizativas de la profesión periodística.
Pero eso que llamamos ‘realidad social’ no se origina exclusivamente en la
práctica periodística. La construcción social de la realidad, noción que Alsina
toma de Berger y Luckman 1979, no depende exclusivamente de la práctica
periodística según estos autores sino que se sitúa a nivel de la vida
cotidiana, en la que se da un proceso de institucionalización de las prácticas
y los roles. Es un proceso de producción, circulación y reconocimiento.
Por otra parte, la relación entre
periodista y destinatario está vista como un contrato social e históricamente
definido, dado por la implantación del uso social de los medios como
transmisores de la realidad social de importancia pública. Los propios medios
son los primeros en practicar la autolegitimación para reforzar ese rol social.
Es claro por ejemplo el caso de Página/12, dirigido a un determinado público
que puede caracterizarse como de la izquierda o seudoizaquierda intelectual, o
lo que en la jerga de café se suele llamar ‘progre’, y por otro lado opositora,
antimenemista; el lenguaje usado por el diario responde a la intención de
operar como oposición al gobierno, a la vez que reivindicar derechos
avasallados. De ese modo se llega a “la construcción social de la realidad
informativa”, que no es sino una de las realidades sociales que los individuos
construyen cotidianamente.
El acontecimiento lo constituyen los
motines. Responde al tipo de acontecimiento de ‘sucesos’ o convenciones
sociales que han sido vulneradas. Constituye un hecho-ruptura, es decir, excepcional,
que confirma la noticia-ruptura (Becheloni, 1978). Es un fenómeno social,
determinado históricamente, punto de confluencia de la intertextualidad. Es
tomado por los medios como materia prima en la producción de noticias, que a su
vez se van a convertir en nuevos acontecimientos sociales. Reúne las
condiciones para los mismos que rigen en los mass media: “el acontecimiento
periodístico es toda variación comunicada del sistema por la cual los sujetos
del mismo se pueden sentir implicados”. Estas propiedades se dan en el
acontecimiento elegido, así como una condición de ‘espectacularidad’ que se inscribe
en la tendencia de los medios (Baudrillard).
Finalmente reúne la condición de comunicable,
pero al mismo tiempo hace comunicables otros hechos que por sí solos no serían
noticia, pues constituyen la ‘norma’ o caen dentro de la censura o autocensura
negociada por los medios: la vida cotidiana en las cárceles, el cuestionamiento
al sistema. Esto tiene que ver también con que, en este caso, la implicación
del destinatario en la noticia se da por espectacularidad, anormalidad,
imprevisibilidad, en menor medida por proximidad. En efecto, cabría acá
preguntarse en qué medida el individuo del sistema social se siente implicado,
y acá diremos que, aparte de una minoría directamente relacionada con la
situación de los ‘internos’, es difícil que el ciudadano común no perciba el
hecho al menos como una amenaza lejana pero verdadera: la ruptura del orden
carcelario, que funciona en la sociedad como una construcción contenedora,
separadora, de los señalados como riesgosos o peligrosos. Esta también el tema
de la vulneración a los derechos humanos, y además una situación concreta desde
donde plantear la oposición a la política oficial. El lenguaje una vez más,
acá, comunica a la razón pero apela a la emoción (Maturana).
Las fuentes del acontecimiento tratado son
otros mass media, lo que provoca una autolegitimación del sistema informativo y
un discurso homogéneo de los acontecimientos publicados, pero también están las
fuentes oficiales y los partidos políticos, así como personas destacadas en el
tema que se pone al tapete.
El periodista cumple acá con el rol que le
asigna R. Alsina: es enlace de conocimientos de políticos, filósofos y
científicos con el ciudadano, cumple su rol social institucionalizado y legitimado
en la transmisión del saber cotidiano y como traductor del saber de los
especialistas con el gran público. También puede aparecer en la función de
‘advocate’: se implica, toma partido en forma manifiesta, en el caso de
Página/12.
Podemos resumir que el acontecimiento se
construye desde una perspectiva personal del periodista, que tiene que ver con
su ideología, conciente o inconciente, y con la perspectiva del medio para el
cual escribe. Este medio ha ido realizando un contrato con sus posibles
lectores y creando un campo de lectura donde su discurso sea leído como
legítimo.
En cuanto a la noticia en sí misma, importa
en principio su ubicación en las secciones del periódico. También los géneros
informativos son otra forma de ubicación. Cada género aporta un modo distinto
de enfocar la realidad y bajo el enfoque una determinada interpretación. Los
géneros son entonces modos convencionales de interpretar la realidad y varían
según la función que se les asigne y el propósito que se persiga.
Los géneros sirven de igual modo a quienes
los producen como a quienes interpretan el mensaje. Ahora bien, la pertenencia
de un discurso a un determinado género es a veces quebrada por irrupción de
fragmentos que remiten a variedades distintas. Estas rupturas generan diversos
efectos de sentido. En los textos que hemos analizado resulta relevante el
hecho de que dentro de los géneros que podemos caracterizar como constitutivos
del discurso periodístico (noticia, editorial, entrevista), aparecen una serie
de variedades textuales. Gran parte de la información que se transmite aparece
como intertextos, es decir, la copresencia entre dos textos bajo la forma de cita.
La presencia de un texto dentro del otro apela a la competencia cultural e
ideológica de los receptores. El tipo de textos utilizados (notas oficiales,
informes a organismos internacionales, telegramas, etc.) refuerzan la idea de
objetividad de los hechos transmitidos.
En cuanto a la presentación textual de la
información, es común que se presente como generada por diferentes
enunciadores. Para ello, un recurso muy usado es el de enunciados referidos, es
decir, la posibilidad de incluir un discurso dentro del otro. Las gramáticas
reconocen fundamentalmente dos modelos morfosintácticos que permiten incorporar
un texto dentro de otro: discurso directo e indirecto.
A lo largo de los diferentes textos objeto
de nuestro análisis aparece explotado al máximo el discurso referido, en sus
distintas formas. Generalmente se considera que la introducción de las palabras
de un locutor, que no es el periodista, en la forma del discurso directo,
reproduce con un máximo de fidelidad las palabras del otro. Incluso algunos
autores hablan de que esta forma alcanza un 100 % de objetividad
(Kerbrat-Orecchioni); pero dicha objetividad no depende exclusivamente del
grado de conformidad del discurso citado respecto al original, sino de si
existe o no la intervención, desviación de sentido, etc. por parte del que lo
cita en las palabras reproducidas, y esta intervención se puede producir
incluso en las reproducciones más fidedignas. Citar a otro en forma de discurso
directo supone cederle la palabra íntegramente, garantizar la objetividad,
convencer al lector de que lo que se dice es verdad. El discurso indirecto
también intenta reproducir el discurso del enunciador, provocando el efecto de
objetividad, pero en la medida en que no conserva la materialidad del enunciado
supone una interpretación del discurso del otro, una versión. Este recurso
permite la utilización de enunciadores anónimos o colectivos, tales como: ‘una
versión indicaba que...’, ‘fuentes seguras informaron que’, fórmulas que, tal
vez sin atenuar el efecto buscado de veracidad o credibilidad, permiten que el
enunciador periodista tome cierta distancia de aquello que está diciendo.
Estos hechos son claros ejemplos de
polifonía, es decir, de la coexistencia de diferentes voces en un mismo
discurso, que se legitiman entre sí y que además dan al lector la idea de que,
a través de ellas, el lector toma conciencia del pensamiento de otros y puede
observar y cotejar y en consecuencia elaborar sus propias conclusiones. El rol
legitimador de los medios se acentúa en nota del 6 de abril, en que Clarín se
presenta como participante activo de los acontecimientos, cuando los presos
negocian y firman un acuerdo frente a los representantes del periodismo.
A esto debemos agregar una variable, el
discurso indirecto libre, recurso muy utilizado en el texto literario por la
síntesis que permite por un lado y la fuerte imbricación del trío
autor-lector-personaje; el mismo efecto es buscado a menudo en las notas
periodísticas, en las que la opinión del periodista (y del diario) buscan la
identificación con la opinión del público al que va dirigido, la otra parte del
‘contrato’, y al mismo tiempo la identificación con la voz de otros actores,
por ejemplo, la de los funcionarios. La ambigüedad del discurso indirecto libre
suele ser usada estratégicamente para dar peso de autoridad a afirmaciones que
pueden ser interpretaciones o construcciones simplemente producidas por la fuente
periodística.
De algún modo, esta estrategia discursiva
propia de los textos informativos nos remite al tema de quién habla, por lo
tanto se vincula directamente con el tema de las fuentes periodísticas. Citamos
acá a Escudero 1996: “...La totalidad del universo representado está
introducido en el espacio del diario a través de un índice específico: la referencia
a la fuente informativa... La fuente se vuelve una función textual... La
estructura de las fuentes propuestas por los medios se vuelve el simulacro no
solamente de la jerarquía social sino sobre todo de la estructura y del sistema
de los emisores... Las fuentes textuales son el pacto enunciación que el diario
establece con sus lectores, presentando a los actores sociales en la función de
informantes”.
5.
EL ESTUDIO DE LOS DISCURSOS
Pasemos ahora al análisis de los corpus
correspondientes a cada medio periodístico, lo que nos permitió realizar
provisoriamente algunas observaciones.
En el corpus de Página 12, por ejemplo, las noticias van firmadas por Andrés
Klipphan, quien en la jerga oficiaría como un periodista ‘advocate’. Este es el
sujeto empírico que se sitúa frente a los hechos, los redefine desde su
perspectiva para volver a construirlos con el objetivo de persuadirnos de su
posición. Pero no son notas evaluativas, de opinión. Por ello es que
intentaremos rastrear en el análisis las estrategias discursivas del locutor,
quien focaliza recortando los sucesos para expresar lo que le parece más
destacado de la totalidad, desde su ideología. Dicha focalización se evidencia
a través de ciertos recursos como la disposición de la información, la selección
léxica, las isotopías conceptuales, las modalidades, las omisiones, los
enunciados referidos y los presupuestos.
En este caso “lo real”, el acontecimiento,
no se presenta para Página 12 como
un hecho anómalo que el diario deba justificar para encuadrar en su ideología.
Por eso creemos que el enfoque de la situación está dado desde lo
sociopolítico, y nos basamos en la focalización de los temas que el locutor
hace, dejando de lado u opacando la importancia de otros. Aquí se tematiza la
negociación, la actitud de las autoridades y la responsabilidad gubernamental
en los hechos, las condiciones paupérrimas de vida de los presos y la
motivación justa en la realización del motín.
Mencionaremos algunas estrategias que
utiliza el locutor para focalizar algunos aspectos: la selección léxica que se
utiliza para nombrar el motín (se lo llama “rebelión” o “medidas de rebeldía”,
es decir, se incluye la voz de los presos); se intenta sacar de foco a los
presos cuando aparecen como agentes de procesos negativos, y cuando no existe
otra posibilidad que focalizarlos se insiste en diferenciar una minoría
violenta; se desprestigia a las autoridades gubernamentales y penitenciarias o
se desvaloriza la palabra de los mismos a partir del cotexto de la cita; el
acontecimiento que da origen al motín- el intento de fuga- aparece siempre en
construcciones entre comas o circunstanciales, es decir, fuera de foco; las
notas que rodean la noticia, los cotextos, refuerzan el enfoque sociológico con
las voces de especialistas que explican el por qué de los motines o las
condiciones inhumanas de las cárceles, o la lentitud de los procesos
judiciales; los títulos conforman una isotopía con términos que evocan imágenes
de terror o al menos de pesimismo sin salida.
Un hecho relevante lo consituye el que en
este medio, desde el principio, la noticia aparece no solo en páginas
centrales, a doble página por lo general, sino también como titulares de tapa.
En el corpus de Clarín trabajado, en cambio, el discurso predominantemente elegido
para relatar los hechos, en el comienzo, es el de crónica policial, con
posterioridad pasa a la sección de ‘información general’. No aparece además al
principio en titulares de tapa. Los periodistas firmantes son diversos,
legitiman su discurso recurriendo a la autorreferencialidad del medio.
El hecho está presentado como tensión o
lucha entre los presos (denominados por lexemas) y el gobierno. Los hacedores
en tensión no se hallan desdibujados en su función de ‘violentos’ reclamantes o
‘activos’, y son focalizados como protagonistas centrales. En los titulares es
común que se los denomina como ‘los presos’ o ‘los amotinados’, solo en el
cuerpo de las notas encontramos ‘rebeldes’. Del tratamiento de los hechos como
sucesos puntuales, se pasa al tratamiento de una situación coyuntural: la
crisis en el sistema penitenciario de todo el país, que se refuerza con notas
cotextuales: cf. nota del 6 de abril, alrededor del dato de que “el sistema
causa veintirés conflictos anuales”. Con respecto a los otros actores, los funcionarios,
se los presenta como desconocedores al principio de la magnitud del conflicto,
hasta tanto no se impone la contundencia de los hechos.
En el cotexto se destaca el uso de imágenes
fotográficas ubicadas en sectores privilegiados de la página, y el uso de la infografía, que sintetiza elementos
icónicos y lingüísticos. Este recurso, elaborado por el mismo diario, es
importante en cuanto a su valor de recepción porque aporta una síntesis de los
acontecimientos a través de las ideas relevantes, con un efecto definidor
fuerte sobre el público al que va dirigido.
El tratamiento que La
Nación del tema, según una primera aproximación, tiene
pretensiones de objetividad, si atendemos a los titulares y al cotexto que
aparentemente solo intentan informar sobre los hechos. Sin embargo, de un
análisis más minucioso podemos deducir que: a. los motines son vistos en forma
negativa pues se dice que se iniciaron a causa de una fuga frustrada (Sierra
Chica) y luego se extendieron a otros penales. No se menciona ninguna otra
causa; b. se caracteriza a los líderes de los motines como reclusos con antecedentes
y prontuarios abultados; c. si bien se los llama reclusos y presos, en algún
momento también se los designa ‘amotinados’, se habla de ‘motín’ y también
‘cabecillas’, para referirse a los supuestos organizadores; d. son casi siempre
vistos como agentes de procesos transactivos, responsables por lo tanto de los
hechos, hasta un recluso muerto es agente en la acción de “perder la vida”.
En nota posterior, titulada “El perfil del
preso ya no es el mismo”, se plantea una reflexión acerca de las necesidades
que imponen los cambios en las conductas delictivas en las últimas décadas: el
tomar a un juez como rehén, la cantidad
de armas de fuego en poder de los presos, la muerte de rehenes y reclusos por
ajuste de cuentas, la comparación ’avanzan como jinetes del Apocalipsis’, etc.
En cuanto al Poder Ejecutivo, se lo
presenta como que pareciera ignorar la
situación que los jueces conocen desde hace mucho. Reclama el compromiso asumido
de construir más cárceles y más chicas, más seguras y controlables, personal
adecuado para tratar a los presos
A modo de síntesis provisoria: los rasgos
relevantes que registramos en los textos nos permiten observar cómo un mismo
acontecimiento produce noticias ubicadas en distintas secciones para cada
medio, generan construcciones sintácticas diferentes y el uso de diferentes
lexemas, así como proposiciones causales distintas: una causa sociopolítica,
las injustas condiciones de vida de los internos (Página/12), un hecho
anecdótico, el intento de fuga (Clarín), la criminalidad y el incumplimiento de
parte del gobierno en la construcción de cárceles controlables (La Nación ).
Este artículo fue publicado a partir del Proyecto Lenguaje y comunicación, dirigido por Lic. Jorge Luis Bernetti, Codirectora: Prof. Gladys Lopreto, Investigadores: Susana Felli, Claudia Fino, María del Carmen Rivera, Alejandra Valentino. Centro de Estudios Periodísticos y Comunciacionales, Facultad de Periodismo y Comunicación Social, U.N.L.P.
Este artículo fue publicado a partir del Proyecto Lenguaje y comunicación, dirigido por Lic. Jorge Luis Bernetti, Codirectora: Prof. Gladys Lopreto, Investigadores: Susana Felli, Claudia Fino, María del Carmen Rivera, Alejandra Valentino. Centro de Estudios Periodísticos y Comunciacionales, Facultad de Periodismo y Comunicación Social, U.N.L.P.
BIBLIOGRAFIA CITADA:
Akmajian A. y otros 1987, Lingüística: una introducción al lenguaje y
a la comunicación. Madrid, Alianza.
Alsina, M. R. 1989, La construcción de la noticia, Barcelona,
Paidós.
Bateson G. 1972, Pasos hacia una ecología de la mente,
Buenos Aires, De. C. Lohlé.
Bateson G. y J. Ruesch 1984, Comunicación. La matriz social de la
psiquiatría. Barcelona, Paidós.
Bernárdez E. 1995, Teoría y epistemología del texto, Madrid,
Cátedra.
Bertucchelli Papi Marcela
1996, Qué es la pragmática, Barcelona,
Paidós. (1ª ed. 1993).
Bourdieu P. 1990, “El mercado
lingüístico”. En: Sociología y cultura,
México, Grijalbo (1ª de. 1984)
Chomsky N. 1994. El conocimiento del lenguaje, Colecc.
Grandes Obras del Pensamiento, Barcelona, Altaya.
Ducrot O. 1984, El decir y lo dicho. Buenos Aires,
Hachette.
Escudero L. 1996, Malvinas: el gran relato. Barcelona,
Gedisa.
Goffman E. 1991, Los momentos y sus hombres. Barcelona,
Paidós (1ª ed. 1988).
Hodge R. y G. Kress 1993, Language as ideology, 2nd. ed. New
York, Routledge.
Kerbrat.Orecchioni C. 1983, La connotación. Buenos Aires, Hachette.
Kerbrat.Orecchioni C., 1986, La enunciación. De la subjetividad en el
lenguaje. Buenos Aires, Hachette.
Maingueneau D. 1980, Introducción a los métodos de análisis del
discurso. Buenos Aires, Hachette.
Maturana H. 1992, Emociones y lenguaje en educación y
política, Santiago de Chile, Hachette, 6a.ed.
Trew T. 1983, “Teoría e
ideología en acción”. “Variación lingüística y diferencia ideológica”. En AAVV.
Lenguaje y control, México, Siglo
XXI.
van Dijk T. 1983, La ciencia del texto, Barcelona,
Paidós.
van Dijk T. 1996, La noticia como discurso, Barcelona, Paidós.
Verón E. 1993, La semiosis social. Barcelona, Gedisa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario