Reúno en este espacio textos de mi autoría que son productos de investigaciones, búsquedas bibliográficas, reflexiones, a veces serias, a veces no tanto, sobre los temas de estudio que transité: el lenguaje, la lengua, el juego de la gramática, el discurso, la enseñanza, la práctica educativa, los libros, y también la aventura maravillosa de haberme internado en el siglo XVI en la selva paraguaya a través de un estrecho ventanuco: las cartas de los soldados que vinieron a este extremo sur del continente. Muchos de estos trabajos fueron publicados en actas de congresos, unos pocos bajo el formato libro, y otros tantos tienen existencia virtual. Tal vez a algún lector le interesen, lo que constituirá para mí un momento de alegría. GLADYS LOPRETO

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miércoles, 20 de noviembre de 2013

Homogeneidad y diversidad en la escuela. Los límites difusos entre imposición e integración.

Gladys Lopreto, María Eugenia Rosboch, María Luisa Fernández, María Luciana Rezzónico (2006)

Homogeneidad y diversidad en la Escuela. (publ. en Oficios Terrestres Nº 18, 2006,  Rev. de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social, UNLP, 10-25)

La maestra pasa lista. Los chicos preguntan qué les tocará hacer ese día:
Varios alumnos:-¡Matemáticas! (griterío)
Se levanta un alumno: -¿Quién vota por Matemáticas? (La mayoría levanta la mano) --¿Quién vota por Lengua? (solo dos o tres levantan la mano)
La maestra intenta callarlos y amenaza: -¡Les hago sacar una hoja y tomo una prueba!
Los chicos entusiasmados gritan al unísono: -¡Síííííí!
La maestra, negando la aceptación de su propuesta por parte de los chicos, continúa amenazando con el examen, ya por todos aceptado. Luego, haciendo caso omiso del pedido de sus alumnos, decide dictar Lengua, actividad que los chicos sabían de antemano que tenían que desarrollar ese día.
Ana (dirigiéndose a la maestra): -Le voy a decir a mi papá que venga porque a estos chicos nadie les dice nada.
Traen la leche. Ana, al ser ignorada, se levanta, se acerca a la ventana, mira hacia afuera y hace pucheros; esa actitud es constante, nunca trabaja en clase.
La maestra escribe en el pizarrón para que los alumnos copien la ‘lectura’: ¿Un zoológico dentro de tu boca? ¿Sabías que la dentadura de gatos y perros requiere tanto cuidado como la tuya? Si querés que tu mascota tenga una dentadura saludable, tenés que cuidarla ya que, aunque no lo creas...
Mientras tanto Juan, un chico de unos 11 años con deficiencias en lecto-escritura, canta desde el fondo del salón: -Mañana sábado, toda la noche, jodiendo, de joda... Busca entre sus cosas el cuaderno en que realiza los trabajos, ya que, por su atraso, hace tareas especiales. Se levanta, va hacia la puerta de entrada y se recuesta en un rincón al lado de la puerta.
La maestra lo ignora y continúa escribiendo: ...tanto él como vos ¡tienen un zoológico en la boca!.
Juan: -...Si no me rompieron la boca ayer... porque no me llevé los protectores... (en referencia a que compite en boxeo por dinero, actividad que, según la maestra, es estimulada por su madre)
Maestra: (sigue escribiendo:) Miles de organismos microscópicos (bacterias) han encontrado la casa ideal en nuestra...(Ya sin poder ignorar a Juan, lo mira y le grita): -¡Nene! ¡Ojo con hablar así! En tu casa si tú mamá te permite hablá como quieras, pero acá no!.  Luego continúa en el pizarrón: ...boca. Utilizan los restos de comida que quedan entre los dientes como fuente de energía, además de encontrar allí la temperatura óptima para su reproducción.
Juan sigue interrumpiendo la clase y como distrae a los compañeros la maestra decide echarlo del salón, lo toma de un brazo y lo saca afuera.
Juan desde el pasillo:- Seño... me estoy cagando de frío...(es un día sumamente caluroso)
Un chico: -Seño, no tengo lapicera y lápiz, no puedo copiar más.
Maestra: -Así van a ser las notas del boletín, por si no te diste cuenta son peores que el mes pasado.
El chico: -¿Y a mí qué? Dígaselo a mi mamá
Maestra: -Tú mamá no viene a la escuela, venís vos.
El chico: -A mí no me importa.
Continúa escribiendo la maestra: ...Pero si bien para ellos es el lugar ideal, a nosotros nos causan un serio inconveniente: Caries.
Se para y va a buscar a Juan. Lucio tira una goma y se ríe.
Juan, de regreso con la maestra:- Seño, yo no me quiero sentar acá (se refiere al lugar donde le indica la maestra)
Maestra: -¿Quién sos vos para decir dónde querés estar?
Juan termina sentándose en el lugar donde él quiere, al final del salón. Si bien tiene un cuaderno de tareas especiales, los compañeros hacen su trabajo. Ana sigue mirando por la ventana, la maestra la ignora.

Elegimos iniciar el presente trabajo con el relato de una situación vivida en una escuela de la zona Oeste de La Plata, no justamente elegida por su condición de anómala o poco habitual. La tomamos de nuestras notas de trabajo de campo, llevado a cabo en el espacio geográfico mencionado, que se caracteriza por una población con importante afluencia migratoria tanto del interior del país como de países limítrofes; seleccionamos allí una escuela a la que concurren niños en situaciones de extrema pobreza, que comparten el espacio de aprendizaje con niños de clase media pauperizada y a la que además concurren más de treinta niños hablantes de lenguas amerindias, además del español.
1. A modo de introducción. Consideramos que la escuela elegida es por sus características bien representativa de la mayoría de las escuelas de la zona, en tanto espacio signado por la diversidad cultural, lingüística y social, y que estas características la conforman como una institución vulnerable a la discriminación, tanto de parte de maestros hacia sus alumnos y familiares como entre los mismos estudiantes. Allí realizamos un trabajo exploratorio de campo mediante observación no participante, grabaciones, entrevistas, tanto en situación de clase (tomamos Segundo Año de EGB1 y Primer y Tercer Años de EGB2), como en recreos y otras actividades con otros docentes, durante los años 2003-2004, teniendo como objetivo el estudio de la diversidad en la escuela.
Contamos para ello con una buena disposición y el interés de los docentes, de cuyos relatos surgieron diversas problemáticas relacionadas con el tema de nuestra investigación. En principio nos transmitieron sus preocupaciones por los mecanismos de resistencia que suelen construir los niños en el proceso de aprendizaje, que llevan a situaciones parecidas a la de arriba o, por el contrario, a un silencio cerrado por parte de los chicos, rechazo, etc. Así, el profesor de música nos contaba: En mi salón los chicos muestran mucha rebeldía hacia el docente. Tengo el caso de un chico que era muy rebelde, hasta que les puse la zamba “La Pomeña” y este fue el que más se enganchó con el trabajo, el chico es salteño y no quiere quedarse acá porque su mamá vive en Salta, se ve que al escuchar la zamba le trajo recuerdos de allá, se sintió más integrado.
Este testimonio ocasionó que otros docentes intentaran dar con las razones que explicarían o permitirían comprender la resistencia de los niños a los contenidos impartidos en la escuela: Los chicos que vienen del interior o de países limítrofes, por lo general no quieren quedarse acá, y  piensan que si se portan mal en la escuela los regresarían a su lugar de origen. Aparecieron también los imaginarios generalizados en la sociedad sobre la relación entre la migración rural frente a la población de las ciudades: Acá no se sienten cómodos, los ritmos que llevamos son muy distintos a los del interior, en el interior son más lentos, nosotros vivimos acelerados.
Aunque la situación es compleja, creemos ver acá que, en vez de rescatar la importancia de incluir contenidos que den cuenta de la diversidad que emerge en las aulas, se tiende a elaborar argumentos que no ponen en cuestionamiento los contenidos curriculares. Luego, a partir de juicios así elaborados se fomentan valorizaciones sobre las capacidades de aprendizaje que tienen los niños de origen rural frente a los de extracción urbana. Algo parecido ocurre en los casos de los provenientes de países limítrofes. Pero lo que se hace evidente es que los mecanismos de resistencia no sólo pueden provenir del niño frente a la enseñanza que imparte el maestro, sino también de éste mismo frente a otros conocimientos, otros valores, otra cultura, que pueden ser vividos como un cuestionamiento a las creencias propias, un desafío a la propia seguridad lograda, al menos, institucionalmente.
Una maestra de 3er. Grado cuenta su experiencia con un chico boliviano: El chico venía con un lápiz y me decía ‘tájame la punta’, yo le respondía ‘No te entiendo’ y le pedía que me explicara qué quería decir, esta situación se repitió varias veces hasta que un compañerito me aclaró que lo que quería decir era que le ‘sacara punta’ al lápiz. Otro testimonio muestra también resistencia en el estudiante que, a diferencia del anterior, no conduce al silencio o la conducta desordenada, sino a la revalorización de la lengua materna: Yo tengo alumnos que hablan guaraní, ellos entienden perfectamente bien lo que yo les digo, pero hay uno que cuando le hago una pregunta me contesta en guaraní, entonces le digo que me hable en castellano porque no le entiendo y me contesta “yo soy un paraguayito orgulloso de mi nación”. Como se ve en estos testimonios y en otros parecidos, en los que rescatamos la riqueza de sus experiencias y la importancia de sus acciones, suele ser común en nuestros maestros, como primera actitud ante la diversidad, la respuesta “no entiendo”, usada a veces como estrategia para obligar al interlocutor a utilizar la lengua prestigiada, desde un lugar docente entendido como normativo o desde un lugar de poder, y otras veces como negativa a correrse de esos lugares de poder.
Para abordar el estudio de la temática y las posibilidades de acción en procura del respeto a la diversidad y de contribuir a la adecuada formación del maestro, proyectamos un estudio interdisciplinario que comprende fundamentalmente el registro y análisis de interacciones, conocimiento de lenguas en contacto, fenómenos de multiculturalismo y multilingüismo, representaciones sociales, políticas lingüísticas, culturales y educativas, de todo lo cual intentaremos dar una aproximación dentro de los límites de la presente publicación.
2. Análisis de la interacción en el aula. Los registros obtenidos en el trabajo de campo posibilitan distintos análisis que intentan una aproximación al planteo propuesto en esta investigación. Los diálogos registrados en la observación tienen alcances especiales, así caracterizados por Bojacá y Morales (2001:2):
En la escuela se pactan contratos didácticos, entendidos éstos como una forma de  obligación recíproca que se asume en el contexto institucional. Para que el contrato funcione es necesario que las parejas conozcan el qué y el cómo del trabajo específico, los fines perseguidos y el producto final. [...] En esa construcción, aparece el lenguaje como la herramienta superior para construir el sentido. Asumimos el lenguaje como un hecho humano construido en el devenir histórico del hombre, como el mediador de procesos de conocimiento y de significación de la realidad particular y general en la que estamos involucrados en el mundo. El lenguaje media en los procesos de interiorización, orienta al sujeto en sus acciones, lo sitúa en una realidad objetiva con el fin de establecer  relaciones interactivas y discursivas con él mismo, con el otro y con el objeto de conocimiento al que se enfrenta.

Desde la perspectiva del análisis del discurso, en general, y de la conversación, en especial, intentamos abordar cuestiones globales que conducen al planteo de interrogantes básicos sobre la comunicación en el aula centrada en los aspectos interpersonales –si bien también se considerará cómo éstos se cruzan con los procesos cognitivos-, tal como surgen de la interacción instalada por la maestra.
El análisis se centró en tres aspectos fundamentales:
1.       La modalidad elegida para la comunicación
2.       La intención de los enunciados
3.       Los tipos de intercambio propiciados
2.1. La modalidad elegida. La elección de la forma de dirigirse al otro se realiza en el aula según las relaciones de poder instituidas, así, en el corpus estudiado, es el maestro quien decide cómo va a entablar el contacto con sus alumnos.
Seguimos en esta parte la teoría de la enunciación (Benveniste 1966 y otros), que estudia las modalidades entre las que el hablante puede optar y los recursos gramaticales con que se evidencia la subjetividad. Así vemos que en el discurso de la docente es notable la elección que ella hace del registro de estilo muy coloquial, que establece una relación horizontal basada en la familiaridad y la confianza: ‘délen’ , ojo al piojo, camine a cucha, que lo tiró de las patas, hincha coco, acá los reventé a todos... Incluso ante un pedido de una integrante del gabinete psicopedagógico, cuando ésta se ha retirado, ella comenta frente a todos: me tienen podrida con la estadística.
Los apelativos con que designa a sus alumnos son otra marca de la familiaridad que suponemos trata de establecer con los chicos. De la impersonalidad del  segundo [grado], con el que los designa colectivamente, pasa a tortugas y lentejas con que alude a su lentitud, cachivache, cucaracho, perejil, cachirulo, bichito de luz, papito, negrita, con los que va matizando hábilmente su discurso desde lo crítico a lo afectivo. El uso de negro es justamente una muestra de esa ductilidad, ya que mientras en un momento lo señala como ejemplo de discriminación, en otra parte llama “negra” a la investigadora como forma de confianza y luego usa el diminutivo “negrita” para dirigirse a una alumna afectivamente. La naturalidad con que los alumnos escuchan estos apelativos parece demostrar que aceptan el código propuesto por la maestra.
Con respecto a las marcas de  modalidad presentes en sus intercambios, prevalecen las imperativas : sacáte esa gorra, tirás el chicle en el tacho, miran luego copian, mostrámela, escuchen un segundo, sentáte bien, te apurás porque ya borro y otras tantas. En otros casos la exhortación se suaviza en consejo: si ya terminaron, ¿por qué no salen? o en una aseveración que se hace inclusiva con el uso del verbo en primera persona del plural: A ver, Alan, vamos a escribir tu nombre.
El uso de la interrogación como motivación para las tareas tiene diferentes particularidades. En el repaso de los números mayores de 100 orienta con preguntas, pero al no obtener respuestas no intenta una reformulación sino que ella misma contesta. También se advierte la misma impaciencia cuando propone a los chicos que armen una historia a partir de una imagen. Cuando se comenta el cuento “La planta de nabos”, la participación de los chicos es un poco más activa y también cuando se hace una conversación informal como la planteada a partir de la pregunta ¿Qué comieron anoche?, a la que los chicos responden brevemente, tal vez inhibidos por algún comentario irónico de la señorita como Tu vieja, también! una elaboración enorme!, ante el relato de un alumno acerca de que su mamá había hecho panchos. También se observa el mismo recurso cuando un chico le pregunta: ¿el barco, lo hacemos?, y ella le contesta: No, lo dejamos de adorno.
Estos y otros usos nos llevan a plantearnos mínimamente si la elección por parte de la maestra de un registro informal puede considerarse como una legitimación de una variedad no oficial de la lengua, y en ese caso, cómo se explican las correcciones que ella hace a los alumnos por usos fuera de la norma que ella también realiza.
Por otra parte, el uso de expresiones con significación implícita lleva a considerar el siguiente de los aspectos enumerados:
2.2. La intención de los enunciados. Para intentar un estudio de la interacción, la pragmática ofrece referentes teóricos que fundamentan el análisis. El reconocimiento de los actos de habla  implica descubrir la intencionalidad de las emisiones. Fueron caracterizados en principio por el mismo Austin en locutivos –la acción de decir algo-, ilocutivos –los que revelan la intención del hablante- y los perlocutivos –que muestran el efecto sobre el oyente-. Posteriormente Searle (1990:22-23) considera que  hablar un lenguaje es tomar parte en una forma de conducta (altamente compleja) gobernada por reglas. Aprender a dominar un lenguaje es (inter alia) aprender y haber dominado esas reglas... Mi conocimiento de cómo hablar un lenguaje incluye el dominio de un sistema de reglas que hace que mi uso de los elementos de ese lenguaje sea regular y sistemático. Tales reglas pueden ser  regulativas (que gobiernan formas de comportamiento previamente existentes) o constitutivas (que contribuyen a establecer la existencia de un tipo de comportamiento que no sería posible sin ellas).
Al partir de la idea de que es el maestro quien instala un tipo de interacción determinado, el análisis tendrá como eje los actos ilocucionarios del maestro y su efecto perlocucionario –no siempre reconocible y tampoco exclusivamente lingüístico- en los alumnos. Recordemos que el acto ilocucionario está regido por reglas constitutivas y puede pertenecer a diferentes clases:
·         Representativos (aseverar, afirmar, explicar, predecir, clasificar)
·         Propositivos (ordenar, mandar, pedir, instruir, preguntar)
·         Compromisivos (prometer, jurar, hacer votos, ofrecer, apostar)
·         Expresivos (agradecer, saludar, felicitar, disculparse, condolerse)
·         Declarativos (requieren de la formulación de palabras para su concreción)
Los primeros son característicos de la función didáctica mientras que los propositivos se relacionan con la interacción social. Al analizar la modalidad del discurso de la maestra se reconocieron algunos de éstos pero hay que señalar que no siempre hay coincidencia entre modalidad y acto de habla. Por ejemplo, el enunciado interrogativo: ¿Quieren morir estrangulados? como acto de habla no es una pregunta sino una amenaza.
El lenguaje figurado que utiliza en este caso se reitera muchas veces más: La señorita va a venir para agarrar del cuello a dos o tres; ...tenés sentencia de muerte; Ornella, ... te voy a matar; voy a hacer un guiso de Cristian; si siguen hablando los estrangulo; te voy a colgar del mástil. Si bien estas expresiones y otras similares parecen ser aceptadas por los alumnos porque reconocen la intención con que las ha formulado la maestra, las mismas plantean una asimetría en la comunicación por la cual el docente “puede” decir lo que a sus alumnos no se les permite, además de una incoherencia entre su postura frente a la agresividad de la que los chicos son víctimas –según puede verse en otros testimonios- y las alusiones explícitas en sus amenazas.
La asimetría es reforzada en la conversación por la desproporción entre actos propositivos (el derecho a ejercer la autoridad) con respecto a los compromisivos, en los que el hablante actúa en función de los intereses de los oyentes. Estas posturas tienen además íntima relación con la imagen negativa (invasión de la privacidad) o positiva (respeto de la misma) que el individuo pretende para sí (Brown y Levinson, 1987).
Los actos de habla expresivos también son de índole social –se relacionan con la cortesía- y manifiestan un estado emocional del hablante. En esta conversación es interesante el tratamiento del saludo como norma social. En el aula forma parte de un ritual aceptado:
Maestra: ¡Buenos días, segundo!
Alumnos: ¡Buenos días, señorita!
Pero en otros casos los alumnos no demuestran poseer el hábito de responder a quienes los saludan. La intervención de la maestra apunta entonces a enseñar a los alumnos reglas sociales, como lo hace explícitamente con las normas de comportamiento:
Entra el portero con dos tazas de té. Saluda. Los chicos no contestan.
Maestra (a sus alumnos): “Buen día” dijo el señor.
Alumnos: Buen día.
Este análisis pragmático debe completarse necesariamente con referencias al contexto, que explican algunas de las cuestiones planteadas. En verdad, no puede considerarse la interacción sin tener en cuenta además las interferencias que se producen en el aula. La situación comunicativa –especialmente como situación didáctica- suele sufrir además constantes cortes, por la irrupción de personas ajenas a la clase o por otras demandas en la atención de los chicos o necesidades de la escuela.
Estas características del contexto condicionan el tercero de los aspectos enunciados.
2.3. Los intercambios. El análisis de los alcances de las contestaciones muestra su relevancia en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Gordon Wells (1988) sugirió criterios guía para la intervención de los adultos, que han dado pie para la elaboración de estrategias de apoyo al desarrollo de la interacción, enumeradas por Marro y Grosso (2000).En los registros obtenidos encontramos pocos intercambios considerados como positivos por este autor:
-          ayudar a explicitar por qué dicen algo o a explicar cómo es algo: cuando la maestra cuenta los meses con los dedos para que la alumna corrija que el mes 6 no es mayo
-          ayudar a que pronuncien y hacer rectificaciones léxicas o morfológicas según la norma, como cuando propone: “¿Caiste o caíste, cómo se dice?”, y “Espérenme”, no ”esperenmén”;
-          repetir lo que el niño dice para demostrarle que lo entiende y aprueba: ¿Dónde duermen los pollitos? (Niño:) Nido. Maestra: Nido, sí. También cuando la maestra pregunta en qué se inspiró Belgrano para elegir los colores de la bandera y ayuda a los alumnos al decir en las nubes y..., una alumna agrega y el  cielo, la maestra repite El cielo. Y la hizo jurar.

Los pocos ejemplos en este sentido nos hacen pensar en una limitada actitud de escucha de la maestra para potenciar las estrategias aconsejadas, lo que se observa cuando no tiene en cuenta lo que los alumnos dicen: Maestra: ¿Cuándo cansan a los mayores, qué hacen? Alumnos: Nos retan, nos pegan... Maestra: Eso es respetar...
También cuando se ubica en posición de burla, como en el caso de las ironías ya señaladas. El humor es un recurso eficaz (como lo prueban las reacciones de los chicos ante algunas de sus bromas) pero en otros casos no es pertinente para la edad de ellos o para la situación, como cuando ante el relato de una alumna que ha tenido una hermanita, la maestra comenta:¡Otra nena! ¡Podría haber tenido un varón!... Cuatro nenas y un nene...
En el análisis de los intercambios en la conversación ya Bajtin definía la existencia de los pares adyacentes, es decir, las parejas de enunciados que se establecen en el diálogo. Además del par pregunta/respuesta de los ejemplos dados, hay otros como afirmación/objeción, afirmación/consentimiento, proposición/aceptación, orden/ cumplimiento. En el aula es el maestro quien realiza el primer movimiento al inicio de la conversación, pero depende de sus estrategias para motivar el habla de los alumnos la posibilidad de que sean éstos los que asuman un rol más activo en los intercambios. En este sentido, no se observó una participación efectiva de los alumnos pero en la secuencia didáctica tripartita se observa que la docente adopta, más que la secuencia IRE (iniciación-respuesta-evaluación), definida por Sinclair y Coulthard (1975) como típica de la lección tradicional, la intervención IRR en la que el último movimiento es de reparación:
Maestra: ¿Cuál es el más grande, 101 o 110?

Alumno: 101

Maestra: Miramos las decenas. Acá hay 0  y acá hay 1, ¿entonces?
Alumno: 110
En general, aunque el diálogo que mantiene el maestro con los niños por momentos demuestra una voluntad especial por ayudarlo a expresarse y solucionar situaciones de conflicto con sus compañeros, por lo que hemos observado cabe cuestionarnos si los intercambios conversacionales del aula, tal como habitualmente se producen, propician una representación adecuada de la interacción social, si contribuyen a que el niño valorice su propio discurso y construya positivamente su identidad.
Vemos que más allá de la buena voluntad y buena disposición del maestro, los problemas sociales estallan en el aula, que está signada por el conflicto más que por la integración; la maestra, por lo general desbordada, resiste a esa realidad que diariamente golpea y continúa enseñando el saber “seguro” que se imparte desde los manuales escolares. Esa resistencia, que se traduce en la negación del conflicto y el refugiarse en los saberes oficiales, se agudiza entre la maestra y uno de sus alumnos considerados como el “más conflictivo”: Juan. Por lo general la maestra se dirige a Juan cuando el chico “habla mal” y “lo corrige”: ...En tu casa si tú mamá te permite, hablá como quieras, pero acá no; o cuando le señala el lugar que ocupa en la escuela: ¿Quién sos vos para decir dónde querés estar?
La salidas que encuentra la maestra a esas situaciones críticas se establecen construyendo su identidad en oposición al grupo de pertenencia del alumno. Esto es, la maestra se autopercibe como parte de la escuela, diferenciándose del grupo familiar del alumno, acto que, en consecuencia, posiciona a la escuela como un espacio social distinto, esto es diferenciado y diferenciador, del espacio social ocupado por el alumno. Esa distinción toma ribetes de segregación cuando la maestra, ante su pérdida de autoridad, le marca al alumno su no ingerencia sobre las disposiciones en el aula, negándolo en su calidad de persona. Podemos concluir que, tanto la negación de la maestra hacia los conflictos sociales que surgen en la interacción con los alumnos, como su atención dirigida a las transgresiones a reglas estandarizadas de la lengua escolarizada y principios de autoridad del maestro en el aula, favorece que los alumnos se replieguen sobre sus actitudes de resistencia basadas en comportamientos que provocan disgregación, en marcada oposición a lo que es de esperar en el espacio escolar. Creemos que este comportamiento está directamente relacionado con las representaciones sociales, tanto del maestro como del alumno.

3. Representaciones y actitudes del docente. Si atendemos al Área lengua para Nivel Inicial y EGB, vemos que en los documentos oficiales se prescribe el tratamiento de las variedades lingüísticas no sólo desde el punto de vista conceptual sino también actitudinal, en términos de respeto y valoración de las mismas. Sin embargo, estas “expectativas de logros” se ven frustradas en reiteradas ocasiones, a raíz de los prejuicios y las actitudes lingüísticas de los docentes:

Yo acá he visto docentes no respetar, no aceptar y no dejar entrar la otra lengua. Por ejemplo, hacen una corrección: los chiquitos, casi todos los bolivianos, no sé los paraguayos, dicen: “Señorita, botó la leche”. “Botar”, con b larga, por ‘tirar’. Entonces una docente suele corregir: “¿Cómo dijiste? ¿Votó? ¿Vos sabés lo que es ‘votar’? Votar es elegir a alguien a través del voto o el sufragio...” O sea, da toda una clase de, qué se yo, de cívica (risas) a una criatura de cuatro años, corrigiendo de mal  modo, en lugar de aceptar (Directora, Nivel Pre-escolar).

Para evitar caer en explicaciones fáciles pero erróneas, que simplifican el problema culpabilizando a los docentes, nos resulta indispensable situar dichas actitudes como una dimensión de las representaciones sociales acerca del lenguaje, dado que éstas adquieren sentido de las formaciones ideológicas en que participan y se muestran en prácticas institucionales -políticas, educativas y mediáticas, fundamentalmente- y en gestos, opiniones y decisiones que los sujetos involucrados interpretan como individuales y autónomas (Arnoux - Bein, 1999:9). Consideramos apropiado el marco general de la teoría de las representaciones sociales para intentar aproximarnos a las representaciones del docente. Entendemos a las mismas como sistema de creencias compartidas y de prácticas sociales ampliamente determinadas por factores históricos, sociales y culturales, en tanto intentan dar cuenta de las creencias de las personas mediante las cuales se integran los campos de análisis individual e interpersonal en niveles socioculturales de comprensión. Esto permite acercarnos a “las condiciones históricas, sociales y culturales de la producción del sentido común, tomando en cuenta las comunicaciones sociales y la pertenencia de los sujetos sociales a ámbitos y grupos particulares”[1]. Desde este marco, el respeto por las variedades lingüísticas y la valoración de la lengua materna del alumno pueden ser situados como “novedades” en nuestras políticas lingüísticas y educativas, o “logros” que debe alcanzar el docente formado en una fuerte tradición normativa monolingüe, históricamente interpelado como encargado de enseñar ‘La Lengua’ y atravesado por – a más de las crisis económica y educativa – la crisis del paradigma estructuralista que aún subyace en sus prácticas cotidianas de enseñanza de la lengua oral y escrita:
La permanencia, a veces implícita, de herramientas conceptuales y metodológicas ligadas a una concepción de lengua única, sistema acabado, perfecto e inmutable, como un sistema exterior y coercitivo con respecto al sujeto, que se concibe entonces como un ente pasivo, convive conflictivamente con otras tantas “novedades conceptuales” que el maestro se ve urgido a incorporar, generando no pocas veces una marcada sensación de desconcierto y malestar frente a la tarea de alfabetización, próxima al pánico:  
...cuando a mí e dieron Segundo me quedé helada porque dije qué hago, para dónde corro, qué les digo, cómo me paro el primer día... He hecho cursos de alfabetización, todo, pero nunca lo viví de cerca. El año pasado empecé a hacer un curso,  cuando me dijeron que estaba en segundo grado, este año, en febrero  me metí en un curso porque dije POR FAVOR, qué hago” (Maestra de 2do. grado).

Agrega: “Es algo que siempre le tuve miedo, entonces...
 -¿A esa... a la tarea de alfabetización?
 -Sí. Siempre le tuve mucho miedo”.

Vemos así que la resistencia del docente a la diversidad lingüística y su aferrarse al saber “seguro” puede leerse como una estrategia para reducir los márgenes de incertidumbre que su tarea cotidiana le genera; no es llamativo entonces que la existencia de fenómenos relacionados con el bilingüismo o el contacto de lenguas se perciba como factor que redunda en mayores dificultades y no en términos de “ganancia”. Es así que, la mayoría de las veces, el docente prefiera “desconocer” –antes que valorar y respetar– la presencia de dichos fenómenos. Esto generalmente es lo que ocurre en un primer momento, en trabajos anteriores nuestros aparecen algunos casos (cf. Bibl.).
Ahora bien, cuando se trate de casos extremos de alumnos hablantes monolingües de otra lengua o de situaciones similares, y cuando la actitud del docente es receptiva, se impone la necesidad de trabajar –aunque no se sepa bien cómo- con la diversidad. Nos parece interesante el relato de la siguiente experiencia, de una docente del Primer Ciclo:
Empieza todo porque me cae una nena a mitad de año que no sabe leer ni escribir... Bueno, le doy unos dibujitos, entonces cada uno hace lo que puede, lo que podía escribir sobre los dibujitos que escribiera y la nena me dice ‘¿Esto cómo se dice en castellano?’, le digo ¿vos en qué idioma hablás?. Yo hablo guaraní, me dice. Una nena MUY inteligente, terriblemente despierta... pero claro, tiene una dificultad seria con el lenguaje, no... no podía escribir en castellano porque había... hay muchas palabras que no conoce y porque no, no, viste...se le presentaba una dificultad seria con su lengua materna. En la casa todos hablan guaraní
Nosotros a las tres de la tarde tomamos la leche... Entonces, estee, esa hora la dedicamos a charlar. Empiezo, bueno, a pedirle a la nena que contara cosas en guaraní.... Y ahí empiezo a descubrir que hay un montón de nenes que hablan guaraní. Y lo pueden... o sea, entienden perfectamente guaraní. Por ahí no lo saben, no saben expresar una idea en guaraní pero sí, si vos, si  la nena les habla guaraní y... ellos saben de qué les están hablando. Entonces empezó... empezó a ser una cosa divertida, viste, le traían... malas palabras, cómo se dice esto... y viste, y la nena les decía: ‘pero no, es que eso no existe’, cosas así, ... mensajes de enamorados en guaraní, mensajes para mí .
Empiezo a descubrir, viste, ahí, estudiando y aprendiendo algunas cosas, empiezo a descubrir  por ejemplo, bueno, el uso del ‘le’ en vez de ‘la ató’, ‘le ató’, el uso de cosas que no, no pertenecen a la lengua castellana sino que son , no sé si son deformaciones o son regionalismos pero, viste, lo empezás a... empezás a descubrir las dificultades que tienen ellos
Empiezo a conocer costumbres, leyendas, historias, del tipo, qué sé yo, viste, así como nosotros tenemos al hombre de la bolsa, cosas que tienen ellos que yo no conozco. Y está bárbaro. Y hemos tomado un meca... un ritmo de trabajo que es, que está relacionado a eso, a que ellos me enseñan un montón de cosas. Y vienen, por ejemplo, viene un día uno y me dice ‘Ay, señorita, ayer le pregunté a mí mamá cómo decir en guaraní esto...’ Y después, bueno, tengo varios que son bolivianos, y que vienen con, con cosas de los aymara y que te traen cosas o cómo se dice alguna palabra... Y ahí ya a mí se me despierta esta cosa de las diferencias lingüísticas que no las conocía.

Es decir: la docente descubre que existe la pluralidad cultural, lingüística, las mutuas interferencias, los fenómenos de contacto. En el testimonio recibido, significó un aprendizaje para la docente, ya que constituye un punto de partida fundamental tanto para desenvolverse en el conflicto como para incorporar nuevos conocimientos. No siempre resulta de ese modo:
Pero... pero por ejemplo, este año, me...cuando yo cuento que una nena habla en guaraní, una compañera de primer grado me dice “Ay, sí, en el Jardín hay uno que recita todo en guaraní’. Yo digo, uhh, vos sabés, le digo, conseguí un montón de material, qué se yo...
Entonces me dice ‘No, yo...’
Le digo: ‘si querés te doy, te paso, aprendí, un montón de cosas, te puedo pasar...’
‘No’, me dice, ‘Yo doy clase en argentino, el que no sabe que se embrome’”

Vemos que, cuando el docente se permite escuchar y agudiza el oído, deja que aparezca la diversidad lingüística. Frente a ella, ¿es todo una cuestión de actitud?
La teoría de las representaciones sociales postula que, en la mayoría de los casos, son las producciones discursivas las que permiten acceder a las representaciones, pero que es necesario también tener en cuenta que la representación recogida está producida en situación. El análisis de las representaciones es también el análisis de sus prácticas, de las condiciones sociales, históricas y materiales en las cuales se inscriben. Investigar cómo se producen las representaciones sociales acerca del lenguaje en las prácticas lingüísticas concretas en que se enseña y aprende formalmente la variedad estándar, socialmente prestigiada, implica indagar la manera en que el docente percibe la diversidad lingüística en la situación áulica, partiendo de la consideración de que ningún grupo tiene “rasgos” que lo caracterizan, sino en una situación de contraste específica. Situación específica, la de las escuelas suburbanas de la ciudad de La Plata, en que la “otredad lingüística” se construye en torno a la pobreza y la inmigración. Así lo ve la maestra:
...les cuesta horrores hablar, eh, vos viste, cuando les preguntás algo se quedan todos... (gesto de desconcierto). Les cuesta horrores porque nadie les leyó, les cuesta horrores porque no tienen un vocabulario tampoco en la casa. Vos les preguntabas algo y te contestan "sí", "no", "pero", "tal vez". Falta desarrollar el lenguaje. Muchísimo.. La respuesta es "sí" o "no" y nada más... en algunas cosas. "¿Te gusta un perro?" "Sí" "¿Cómo es?" "Lindo" "Grande". Después viste al rato empiezan a hablar, si no, no hablan. No tienen desarrollado el lenguaje. Y en la casa menos.
Eh... los padres, por ejemplo... cuando yo hice las reuniones los padres me decían que estaban solos o que estaban con los hermanos más grandes, que salían a pasear, a correr, qué sé yo, a jugar a la pelota y entonces ellos estaban adelante de la televisión con un jueguito y nadie les hablaba o les preguntaba en la mesa por ejemplo eh... cómo te fue hoy en el día, o qué hicieron o qué dejaron de hacer. Entonces no... no tienen  un diálogo de familia, no tienen  una tarde de sentarse y decir te gustaría tal cosa, qué te gusta... o vamos a mirar una película y después comentarla. Tampoco me parece que es el ambiente, incluso aquí es un nivel muy bajo, y los que... y los papás como que no tienen ánimo de superación, y pareciera que, no sé, que no saben como manejar la situación como para los hijos, para que se superen un poco más.

Vemos que el aspecto diferencial, diacrítico, que sitúa a los alumnos en oposición a la docente aparece en términos de un “déficit” en la capacidad de expresarse y en la falta de vocabulario, que se supera cuando se habla de algo “muy contextualizado”, “muy de ellos”. Este atisbo de superación, que permitiría centrar la atención en cómo las prácticas comunicativas en el aula podrían generar situaciones de interacción que capten el interés de los alumnos, se desdibuja rápidamente, quedando la causa del supuesto “déficit” vinculada a las prácticas comunicativas en “la casa”, sin tocar a la escuela.
La explicación que se apoya en una creencia de privación verbal, de acuerdo a la cual los niños de sectores pobres reciben poco estímulo verbal y rara vez escuchan un lenguaje ‘bien estructurado’, ha sido criticada fuertemente desde la sociolingüística y la sociología del lenguaje. Podemos afirmar en primer lugar que no existen investigaciones en que se haya podido “cuantificar” el vocabulario de alguna persona o grupo, por lo que la docente se basa casi siempre en “observaciones lingüísticas impresionistas” (Martín Rojo, 2003); en segundo lugar, la respuesta verbal del niño de clase baja durante una situación formal, de marcada asimetría, se utiliza como indicadora de una falta de capacidad verbal del niño. Ya hemos visto cómo, en la situación comunicativa docente-alumno, el docente interviene muchas veces propiciando la escasa participación, la corta duración de los turnos de habla de sus alumnos, las respuestas monosilábicas.
Por otro lado, una causa importante de diversidad son las migraciones, vividas muchas veces con sentimientos discriminatorios y etnocéntricos por la población receptora. Determinados rasgos suelen así explicarse como diferencias idiosincrásicas en el estilo comunicativo de determinados individuos, identificados como bolivianos y paraguayos. Pero por ejemplo, el tomar la representación del silencio como rasgo cultural esencial oculta, a nuestro entender, otras posibles significaciones del silencio: como actitud resistencial, como resguardo para evitar la identificación del origen por la pronunciación o giros lingüísticos (dada la mayor posibilidad de discriminación que implica la identificación como boliviano en la escuela), como resultado de la autocensura producida por la inseguridad lingüística. En este sentido, una reciente investigación señala que, en un grupo de mujeres bolivianas entrevistadas, aparece reiteradamente la apelación a una sensación de “miedo” en situaciones de comunicación con locales ante la posibilidad de “no expresarse correctamente” o “no ser entendidas” (Archenti, 2004). Hemos trabajado otras situaciones similares, en las que los chicos extranjeros muestran miedo, inseguridad. Traslademos ese “miedo” a los alumnos frente a sus docentes siempre dispuestos a corregirlos. Llama la atención, asimismo, que se reconozca que “los bolivianos no hablan” al tiempo que se los considere poseedores de “una rica tradición oral” y que surjan “sorpresas” cuando se abren espacios de comunicación en torno a sus costumbres y tradiciones:  
Cuando hemos hecho cosas que tienen que ver con la tradición, y en vez de enfrascarnos en la Argentina, nos abrimos a ver cada familia que venga y que traiga desde lo suyo, han traído recetas que han tenido que explicar porque ninguno de nosotros conocíamos ni los ingredientes ni como se hacía. Y las han explicado con gusto y como así... con el asombro de ¡caramba! lo que yo sé tiene algo de peso acá, me escuchan, les interesa, ¿no?

Ahora bien: no se puede separar las ‘representaciones del docente’ de las políticas culturales y lingüísticas, que conforman las políticas educativas.

4. Políticas culturales y lingüísticas. La escuela, como producto de la modernidad, está íntimamente ligada a los ideales que la misma supone y en consecuencia al sistema cultural, político y económico que instaura, el cual se plasma en la creación y concreción de los sistemas nacionales. La construcción del Estado-Nación supone, en principio, el amalgamamiento de la diversidad sociocultural y lingüística que se produce en las distintas regiones del mundo. A los fines de este artículo no nos detendremos en los innegables avances en términos jurídicos, políticos y económicos que ese proceso supuso, sino más bien nos dedicaremos a plantear algunas cuestiones que atañen directamente a nuestra problemática de investigación, que gira en torno a la diversidad y la integración en la escuela, en relación con procesos identitarios.
Se vuelve necesario al plantear este tema partir del concepto de nación, para cuyo estudio nos remitimos a E. J. Hobsbawm (1992), E. Gelner (1995), entre otros, concepto clave para la comprensión de los modernos nacionalismos, que afirman la necesidad de una ‘lengua única’; y por otra parte, el concepto de comunidades imaginadas propuesto por Benedict Anderson (1991). Este marco nos permitirá ver cómo la Argentina, en su proyecto de país “moderno”, construye imaginarios sociales en los que se seleccionan los sentidos que pertenecerán a los símbolos identitarios nacionales, borrando aquellas áreas de sentidos que cuestionen dicha selección. Las academias e instituciones científicas funcionan en el paradigma moderno aportando argumentaciones y constataciones que justifican y refuerzan las políticas en función de esos sentidos. En esta trama, la institución escolar aparece como nexo entre los saberes académicos y las ideologías políticas imperantes, asumiendo además la tarea de incorporar los diferentes sectores sociales al proyecto nacional, por lo cual se le reconoce un papel fundamental en la instauración del Estado-Moderno. Es así como podemos interpretar por qué el proyecto escolar primigenio supuso la homogenización de las diferencias socioculturales, proceso que conlleva la eliminación de los diferentes sentidos que muestran los orígenes étnicos de nuestra nación, privilegiando aquellos que narran el amalgamamiento de las diferencias bajo patrones culturales occidentales. Esto es, se oculta la diversidad bajo el manto homogenizador del olvido.
No otra cosa señala A. Puiggrós (1995: 86) como propuesta de la escuela normativa, con respecto a los inmigrantes de 1ra. mitad del siglo XX: Toda la sociedad coincidía entonces en una idea de unidad nacional concebida como disolución de las diferencias y homogenización de los sujetos. De lo que pertenecía al propio grupo, a la tradición familiar o al país de origen, apenas si se guardó un resto durante unas pocas generaciones, quedando hasta hoy marcas poco evidentes en el lenguaje”. Nos resultan esclarecedores en este sentido los estudios realizados por José del Valle (2002), sobre dos textos claves del famoso filólogo español R. Menéndez Pidal, quien como se sabe ejerció un efecto directriz en nuestro país durante la primera mitad del siglo XX en el diseño del estudio y la enseñanza de la lengua. En efecto, sus trabajos estuvieron dirigidos a demostrar que en América la lengua es un ‘sistema lingüístico unitario con base en la lengua literaria y en el uso de Castilla’, con lo cual el paso siguiente era negar en forma explícita ‘y científicamente demostrada’ la existencia en nuestro territorio de otras lenguas que pudieran hacer temer por esa unidad, y de sus posibles influencias por contacto sobre el castellano. Esto como sabemos no responde a la realidad, ya que las lenguas amerindias han constituido un factor muy importante en la configuración de muchas lenguas hispanoamericanas, lo que hace que su conocimiento resulte indispensable para la comprensión de fenómenos lingüísticos y culturales, al decir de Germán de Granda (UBA 1996), y de lo que dan cuenta otros hechos inmediatos[2]. Las afirmaciones de Menéndez Pidal, según del Valle, no parten de una descripción de nuestra realidad cultural y lingüística, por el contrario pretenden desconocerla en aras de un proyecto político “que intenta encontrar fuera de España el componente lingüístico necesario al proyecto de unidad nacional del estado español”; luego, este proyecto se intentaría instaurar en instituciones académicas de Hispanoamérica y en organizaciones estatales, como el Ministerio de Educación de la Nación, a quienes va dirigido su discurso. Es lo que para algunos autores como Andrés Rivera constituye una nueva “conquista de América” por España[3].
Si bien la lengua aparece como ‘rasgo’ de la identidad, no se puede entender la identidad nacional como una “esencia” sino, en términos de Anderson, como construcción de una comunidad que la imagina y recrea según sus patrones hegemónicos de representación. Es así como los sistemas nacionales inventan una identidad basada en una historia que avanza en el tiempo, recolectando relatos que se integran en una trama lógica, aquélla que se reconoce posicionándose frente a los otros -los demás países, en particular los limítrofes o, como es el caso de los gobiernos militares argentinos, recreando un “enemigo” (el comunismo)- que los diferencia y, en ese acto, dota de sentido. Es por ello que, como indica Guillermo de la Peña (1995), la identidad nacional debe ser entendida como recreación producto de una situación histórica determinada.
Este orden tiende a quebrantarse con la presencia de procesos de flexibilización en la acumulación del capital, producidos por diversos factores intrínsecamente relacionados, de los cuales, en esta oportunidad, nos interesa rescatar los cambios tecnológicos y los flujos migratorios. En este punto consideramos importante señalar que cuando intentamos el análisis de procesos de globalización encontramos que no se puede hacer referencia únicamente a fenómenos migratorios aludiendo a que se rompen fronteras por el peregrinar de la gente provocando “contactos culturales”, ya que ese proceso no es producto de nuestros tiempos sino que es característico de la conformación social y cultural de los pueblos (Wolf, 2000). Pero, si bien es un fenómeno que caracteriza a la conformación de las sociedades, con los avances tecnológicos, principalmente en materia de comunicación, el mismo se acelera produciendo cambios profundos en cortos lapsos. Con esto hacemos referencia a que los procesos de globalización que constituyen la actual conformación de sentido, rompen con los principios generadores de la concepción moderna del mundo (Harvey, 1998).
El aniquilamiento del espacio por la velocidad del tiempo provoca un nuevo cambio en las concepciones sociales sobre esas categorías: se derrumban las nociones espacio-temporales que estructuran los sistemas nacionales bajo territorios claramente definidos, y la recreación de una historia lineal, única, que avanza regida por el progreso. Ese proceso tiene al menos dos consecuencias:
-          La penetración transnacional en los espacios nacionales conlleva a la creación de una sociedad de consumo sin anclaje territorial, que propone nuevos espacios de poder en la negociación de los intereses privados con los Estados-Nacionales, así como la creación de nuevos mundos simbólicos de las industrias culturales.
-          -Como contracara de ese proceso global, se recrudecen los conflictos socioculturales al rasgarse el manto homogeneizador de las fronteras territoriales nacionales, siendo los más conflictivos y acuciantes los reclamos de los sectores sociales minoritarios y los cada día más numerosos sectores de excluidos (Castells, 1997; Beck, 1998; Appadurai, 1990; Friedman, 1990; García Canclini, 1990).
Así, siguiendo la propuesta de Charles Taylor (1993) sobre las implicancias que inviste el proceso, en ciertas situaciones conflictivas, de ser reconocidos como parte de un grupo, colectividad o práctica social, interpretamos que dicha reterritorialización se produce en negociaciones de sentido que se establecen en:
-aceptación negociada de esos sentidos nacionales y transnacionales;
-asunción de un falso reconocimiento al aceptar, sin cuestionar, los sentidos antes precisados;
-rechazo de las representaciones propuestas en los horizontes de sentido nacionales y transnacionales.

Este planteo nos permite vincular las conceptualizaciones sobre lengua homogénea con planteos de la modernidad referidos a nacionalismos.
Creemos que como resultado de determinadas políticas lingüísticas, nuestros maestros poseen una fuerte adhesión al principio de lengua homogénea, ya sea en forma explícita o como modelo implícito arraigado, que se fortalece por la necesidad social insoslayable de conocer la lengua estándar. Esto les hace rechazar de plano toda ‘desviación’ de la misma, como hemos podido comprobar y como se ve en los ejemplos, a pesar de que, ya desde 1960 en adelante, los trabajos en Sociolingüística han dejado asentado que la lengua es heterogénea, es decir, que existe en la diversidad, lo que conduce vía lógica a otra pregunta: a qué norma homogénea se aferra entonces la enseñanza escolar. En efecto, la mayoría de las maestras consultadas son conscientes de que, en la relación áulica y fuera de ella también, si un alumno pronuncia “incorrectamente”, o incluye una palabra o frase de uso coloquial o de otra lengua, surge inmediatamente la modalidad deóntica, el deber de corregir el error. Consistentemente con estas actitudes, en el encuentro que mantuvimos se reconocieron a sí mismas partidarias de un “purismo” idiomático, concebido como objetivo a lograr, que colocaba en el extremo opuesto el habla de los chicos; al mismo tiempo expresaban su desconcierto ante la evidente contradicción entre este “deber ser” y el concepto de “diversidad” ya ampliamente aceptado, al menos teóricamente. Pensamos que esta actitud va a la par de determinadas creencias que privilegian unos aspectos en detrimento de otros: en principio, no tomar en cuenta que ‘todo purismo es un obstáculo a la comunicación’ (Hamel), pero fundamentalmente pensamos que tiene que ver con cómo el maestro se piensa a sí mismo, y en qué medida, en tanto ‘agente instituido’ está condicionado por la institución.
Podría suponerse que estas representaciones de la mayoría de los docentes sobre la lengua entrarían en contradicción con el desarrollo teórico de la 2da. mitad del siglo XX, sobre todo con los trabajos aportados por la Sociolingüística, como ya hemos mencionado. Sin embargo no es así. Por el contrario, la reafirmación del enfoque “científico” en el estudio y enseñanza de lengua, con el estructuralismo primero y el generativismo después, favorecieron una mirada idealizadora[4], que tendió a reforzar el concepto de lengua como sistema homogéneo, esta vez avalado y jerarquizado por la ciencia. Luego, la escuela erigirá esta lengua idealizada (o ‘imaginada’), identificada muchas veces con la lengua de uso de determinado sector social, al rango de modelo, en función del cual establecerá su conocimiento como un objetivo necesario a alcanzar por el maestro o el docente de lengua o de otra área cuyo instrumento sea la lengua.

5. Consideraciones finales. La problemática requiere un enfoque interdisciplinario. Lo hasta aquí realizado no pretende dar cuenta de la problemática escolar, en el que la lengua se toma como un pilar fundamental, sino más bien aportar elementos necesarios a la comprensión, develar mecanismos de resistencia que se construyen en las interacciones entre alumnos y maestros que, en el caso que aquí mostramos, la constituyen como un espacio donde se acentúan las diferencias, en vez de favorecer la integración. Tampoco interpretamos los hechos con un criterio causalístico, según el cual la actitud de la maestra sería causa o efecto del comportamiento de los chicos; por el contrario, la experiencia narrada nos muestra que el maestro, en tanto miembro de esta sociedad y por lo tanto como agente instituido, está condicionado por su propia formación como formador. Desconocer esa situación conduce al maestro a experimentar continuas frustraciones que devienen, como pudimos ver en el trabajo etnográfico presentado, en actitudes de resistencia y rechazo de las problemáticas que no está preparado para resolver, lo que hace que, como solución, la mayoría de las veces termine replegándose sobre los saberes instituidos, sin poder, en consecuencia, cuestionar sus propias conceptualizaciones e integrar a sus saberes la riqueza que palpita en la diversidad sociocultural.


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[1] Dra. Denise Jodelet, Conferencia inaugural de las “Primeras Jornadas sobre Representaciones Sociales”, CBC-UBA, 17 de octubre de 2003.
[2] Esta problemática sigue vigente. Basta con recordar que en noviembre 2004 se realizaron en la ciudad de Rosario (Argentina), en forma simultánea, el Congreso de la RAE y el Congreso de laS lenguaS
[3] Entrevistado por Quiroga, Canal 7, “El rincón de la cultura”, 12/08/04.
[4] Cf. Bernárdez (1996: 17ss), Chomsky N. (1994): El conocimiento del lenguaje. Barcelona, Altaya. 32

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