Reúno en este espacio textos de mi autoría que son productos de investigaciones, búsquedas bibliográficas, reflexiones, a veces serias, a veces no tanto, sobre los temas de estudio que transité: el lenguaje, la lengua, el juego de la gramática, el discurso, la enseñanza, la práctica educativa, los libros, y también la aventura maravillosa de haberme internado en el siglo XVI en la selva paraguaya a través de un estrecho ventanuco: las cartas de los soldados que vinieron a este extremo sur del continente. Muchos de estos trabajos fueron publicados en actas de congresos, unos pocos bajo el formato libro, y otros tantos tienen existencia virtual. Tal vez a algún lector le interesen, lo que constituirá para mí un momento de alegría. GLADYS LOPRETO

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jueves, 1 de noviembre de 2012

LENGUAJE EN USO: UN ENFOQUE COMUNICACIONAL (1993)

1. Introducción.
El presente trabajo se enmarca en un proyecto ambiciosamente titulado “Lenguaje y comunicación”. El por qué de este proyecto tiene que ver con el sentimiento de una carencia en los estudios del lenguaje, que creemos viene de la etapa “científica” de los mismos, en que se desvinculó a la lengua del tema de la comunicación, tal vez por una fe ingenua en el ‘circuito del habla’ de Saussure, mejorado más tarde por Jakobson. Este circuito se daba como una ‘realidad’, de modo que no era necesario estudiar más que el instrumento, y si bien estos conceptos ya han sido cuestionados, las consecuencias de su aplicación aún siguen en parte en vigencia.
Le sigue una época en que prima una mirada escéptica sobre la posibilidad de comunicación entre los seres humanos. Lógicamente el lenguaje, el diálogo, no sirven, no existen, lo cual es coherente con un enfoque eminentemente formal de la lengua. Son los años sesenta, signados por el pensamiento existencialista, con un clima de época marcado por obras como “El extranjero” de Camus, “El grito”, “La noche”, de Antonioni, y otras. También ven la luz los Aspects of the Theory of Syntax, by N. Chomsky (1965). Sin embargo para entonces, nuestro bien ponderado Quino -a quien, por la cantidad de veces que se lo cita en la Universidad e instituciones educativas ya debería habérsele otorgado un título de Doctor Honoris Causae, y a quien nosotros también citaremos para no quedar al margen de los paradigmas científicos-, hacía decir a uno de sus personajes: “¿Te conté que mi único problema de comunicación es que no puedo incomunicarme?” No se trataba de la clara y sesuda Mafalda sino de su otro yo, la ‘feminísima’ Susanita. La frase de la blonda mujercita pone un tono de humor y nos dice: ¡eh, no es para tanto, la comunicación existe!
Utilizando esa síntesis de rápida comprensión que ofrece la historieta podemos marcar la recuperación del concepto, aunque no en el sentido ingenuo de arriba. G. Bateson ratifica su vigencia como la matriz en la que encajan todas las actividades del ser humano (en texto reimpreso en. 1984, 17). Siendo por otro lado, el hombre un ser de lenguaje, rasgo que para H. Maturana es distintivo de la especie, nos proponemos aproximarnos a esta área del conocimiento desde un enfoque comunicacional, elección que nos conduce por un lado hacia el lenguaje en uso, y por otro nos propone los textos o discursos como hechos a ser estudiados. Este es el recorrido que intentaremos hacer.

2. LOS ESTUDIOS SOBRE LENGUAJE
La contemplación intelectual -desideratum de los aspirantes a participar en alguna medida de este privilegio de dioses- cada tanto se ve sacudida, perturbada, últimamente podemos decir que muy a menudo, por convulsiones imprevistas, explosiones de algo que no estaba dentro del plan (del contemplador). El mismo N. Chomsky, uno de esos aspirantes, declara su fascinación por llegar al menos a atisbar los sutiles y complicados mecanismos que operan en la mente humana, a lo que dedica su cuantiosa labor intelectual y editora de textos, pero cae en cuenta de la necesidad de resolver antes otro tipo de urgencias de la humanidad, tema que convierte también en motivo de sus últimas publicaciones y entrevistas.
Este tipo de cruzamiento de intereses elevados con problemas coyunturales suele tener lugar también en un orden menor; tomemos como ejemplo el espacio de la institución escolar, donde el docente especializado en un área de conocimientos al que le otorga un grado muy alto en su escala de valores, no entiende la actitud a menudo falta de interés de los adolescentes, incomprensión que recorre también la dirección opuesta. Las motivaciones no son las mismas en uno y otro actor del hecho educativo: casi siempre parte del joven, más permeable a las urgencias vitales y menos proclive a sostener el peso del prestigio, la pregunta por el ‘sentido’ de la enseñanza. En el área en la que transitamos, que es la del estudio del lenguaje, evitaré nuevos circunloquios tomando por un atajo, y así me atrevo a decir que cada vez que un chico pregunta, explícita o implícitamente, para qué sirve el estudio de “lengua”, nos está diciendo que lo que falta es “comunicación”. El viejo reclamo que persiste en las aulas lo ha sido también de muchos investigadores y científicos del lenguaje, área en la que ha primado durante mucho tiempo el desconocimiento del ‘para qué’: la pregunta surge con fuerza desde hace unas décadas, sustentada por nuevas (y no tan nuevas) teorías.
Cuando se entendía el estudio lingüístico como un arte, este tipo de preguntas no tenía lugar, porque la explicación estaba en el concepto de arte mismo. El problema se plantea a partir de que el conocimiento descriptivo o explicativo de la lengua se propone erigirse en ciencia, esto es, de Saussure en adelante. Lo primero, ya sabemos, son las delimitaciones de lenguaje y lengua. En sentido estricto, al menos en las búsquedas de precisión características de los estructuralistas postbloomfieldianos, hacia la década del 50 el término lenguaje se restringía al sistema de comunicación específico del género humano, natural, originado tal vez en eso que recibe el nombre difuso y abstracto de ‘facultad’, reconocida desde siempre como patrimonio de la especie, o en las estructuras innatas ‘reales’ o concretas del cerebro. Hoy prima en el uso del término, aún en los trabajos científicos, el sentido amplio que siempre tuvo en la terminología popular: todo acto de comunicación es lenguaje.
No cualquier hecho de comunicación constituye sin embargo el objeto de estudio de la ciencia lingüística, sino más bien algo que se llama lengua. A esta altura cabe volver a preguntarnos: ¿qué es la lengua? o más bien: ¿podemos delimitar un sistema preciso, regular, que nos permita una mirada analítica a los efectos de conocer cómo está formada y cómo funciona? Los lingüistas de principios de siglo respondieron afirmativamente, pese a que ya desde entonces se cuestionara el concepto (B. Croce), y en los estudios específicos se perfiló la noción de ‘lengua’ como objeto de estudio homogéneo, a la medida de las exigencias positivistas. Pero para mediados de siglo se vuelve un hecho innegable la condición de heterogeneidad del lenguaje, que socava el requisito sinequanon del modelo saussureano: la solución entonces es recurrir a un procedimiento de idealización que, desconociendo la diversidad de los datos empíricos, se justifica como método necesario a toda investigación científica según Chomsky.
Es cierto que el problema del uso del lenguaje y la comunicación, de última, está contenido en la pregunta 3ª de N. Chomsky (1989, 17). Pero tal vez lo más productivo del cambio de actitudes es que se toma en cuenta la heterogeneidad, tanto en lo social como en lo individual del fenómeno lingüístico, lo que va luego a permitir enfocar un nuevo objeto de estudio: el hecho histórico, el discurso. Esto, en rigor, modifica a su vez el punto de partida, porque en esta perspectiva se vuelve insostenible la idea de un objeto, la lengua, que consiste en una serie de regularidades sintácticas y fonológicas preexistente a cualquier acto lingüístico que la actualice; por el contrario, dirá Hodge (1995, 201ss), las regularidades son siempre contingentes y provisionales. Aún más, no se concibe la lengua sino como uno de los modos de producción de significado de las prácticas sociales, que participa simultáneamente de otros códigos no verbales: proxémicos, gestual, etc., con los que guarda interdependencia (Id., 209).
Es lo que en un estilo conversacional explicaba G. Bateson a su hija (1972, 39): “...No existe nada que sean ‘meras palabras’. Y toda la sintaxis y la gramática y esas cosas no tienen sentido. Están basadas en la idea de que existen ‘meras palabras’... y no existen”. Agrega luego que las palabras se inventaron con posterioridad a los gestos y tonos de voz, “mucho después, cuando ya habían inventado los maestros de escuela”... Lo último da pie a un interesante tema de reflexión, que dejaremos de momento: cuánto de la enseñanza escolarizada de la lengua ha pasado a los conceptos sobre lenguaje.
Con respecto a la solución idealizadora propuesta arriba, nos parece acá importante la opinión de E. Bernárdez (1995, 71): “...la reducción de los objetos complejos de estudio científico ha sido una característica fundamental, y plenamente justificable, de las ciencias clásicas. Su validez puede alcanzar al lenguaje, aunque desde muchas perspectivas puede parecer excesiva una idealización que pierde aspectos tan ‘palpablemente’ importantes como el uso. Los desarrollos científicos más recientes, sin embargo, parecen abrir una vía de estudio de objetos muy complejos sin necesidad de proceder a una reducción radical de los mismos”.
El replanteo más importante del marco teórico parte de un enfoque comunicacional. La sociedad existe en la comunicación, afirmaba ya por 1916, (el mismo año del Cours), J. Dewey (cit. por Goffman E. 1991, 61). Cf. también la definición de arriba de Bateson, quien agrega: “La comunicación no se refiere solamente a la transmisión verbal, explícita e intencional de un mensaje;... incluye todos los procesos a través de los cuales la gente se influye mutuamente, por una parte, y, por otra, los objetos, plantas y animales que rodean a las personas” (Id. 13).
Lo relacionamos con la definición de ser humano como ‘ser de lenguaje’ para H. Maturana. En su evolución, dirá que el hombre desarrolló este sistema con rasgos peculiares y específicos, que le ha dejado su impronta, a pesar de que comparte otros sistemas de comunicación con otros seres vivos: el canto, el volumen de los gritos, los gestos, los movimientos, los mensajes químicos, las miradas, etc. Pero todos estos diferentes códigos han quedado eclipsados por el crecimiento del lenguaje como sistema altamente complejo y productivo, que tendió a verse así como la única fuente de comunicación. De ahí que durante siglos primó su estudio, a pesar, dirá Bateson, de que todos los tipos de redes comunicativas son coexistentes (1984, 30, 230).
Tomaremos de este autor, para nuestros propósitos, la distinción que hace entre códigos de comunicación: en primer lugar, los que se producen a nivel intrapersonal e interpersonal, donde la codificación es típicamente atomística (ej. la palabra), y en segundo lugar, los que ocurren a nivel grupal y cultural, donde la codificación comprende nuevos tipos de simbolización, y la función de los individuos como canales de comunicación se halla eclipsada por la importancia de los sucesos intra e interpersonales (id. 234). Pues bien: por razones diversas, en el estudio del lenguaje durante muchos siglos no se avanzó de los primeros umbrales, es decir, del nivel atomístico. Su característica inherente de complejidad permiten ya a ese nivel una productividad para la creación infinita, y nunca más apropiada la metáfora que la imagen arbórea, aunque los esquemas ramificados con los que se intenta representar los procesos productivos mentales nunca pasan de arbustos esmirriados y demasiado rígidos (y pido perdón por el abuso de la metáfora, cuyo uso justifica el mismo autor aún para el lenguaje de los hombres de ciencia, cf. 1972, 235). La capacidad de nominalización (acá también Bateson) y la posibilidad infinita de construcciones lingüísticas comunican a los seres humanos una idea de sí mismos de creatividad, de capacidad creadora, luego trasladada a un dios hecho a imagen y semejanza del hombre: así Dios creó el ‘cielo’ y lo nombró cielo, etc. Esta capacidad nominalizadora fascinó desde el sacerdote bíblico o egipcio hasta Chomsky, pasando por toda una cantidad de contempladores y escribas que se internaron, o se perdieron, en el entretejido y fondoso ramaje -también en la espesa hojarasca- del lenguaje.
Así podemos decir que el sendero microscópico, atado al nivel atomístico, conduce al análisis del instrumento pero no lleva a la comunicación. Hemos pensado durante demasiado tiempo que un mejor conocimiento del instrumento nos llevaría a un mejor conocimiento de la relación. Pero si el mapa no es el territorio, tampoco lo son las técnicas de dibujo, las aerofotografías y todo el instrumental al uso. Volviendo al lenguaje, durante mucho tiempo faltaron los niveles grupal y cultural en los estudios científicos del lenguaje. El replanteo lleva a abandonar la mirada exclusivamente inmanente, fascinante por un lado, tentadora por cierto en cuanto a que ofrece límites seguros y por ende garantiza entretenimiento por mucho tiempo a un nivel superior, mientras haya consenso sobre su necesidad e importancia. Pero los tiempos cambiaron y se cuestiona todo esto, y ahí viene la comunicación, que no es otra cosa cuando los irreverentes jóvenes preguntan: y el análisis sintáctico ¿para qué sirve?
De ahí viene este intento de desandar el camino y encontrarnos en los cruces entre lenguaje y comunicación. En primer lugar, intentamos ir hacia quienes ya han hecho este recorrido. Acá nos encontramos: primero con los tradicionalistas, los que nada pretendían respecto del carácter científico del lenguaje, los precientíficos o presaussureanos, los poetas con su fe en la comunicación, los retóricos o interesados en los efectos de persuasión por el lenguaje, etc. Los artistas, los profetas. Los filólogos y sacerdotes, cultores de la palabra en su prístina validez. Pasado el siglo XIX no podemos menos que buscar entre los científicos, y así encontramos que cuando se encaran estudios de comunicación existen varias actitudes (no excluyentes entre sí):
* compararlo con otros sistemas de comunicación (Cf. la revisión de Akmajian 1987, 1ª Parte);
* apuntar a la interacción entre lenguaje y contexto, y por tanto dar importancia a los efectos (pedagogos, sociolingüistas que toman en cuenta la educación, etc.);
* enfocar el discurso o texto en sí mismo (con riesgo también de asumir una mirada atomista, microscópica);
* tomar como objeto el ‘lenguaje en uso’, etc.

3. CONCEPTO DE LENGUAJE EN USO
Seguimos a Hodge (1993, 193ss.). quien entiende el lenguaje como un cuerpo de conocimiento, a su vez componente esencial de los conocimientos que hacen posible la vida social de todos los días. Este concepto implica regularidades masivas pero también contradicciones sistemáticas, a partir de que las formas lingüísticas están ampliamente distribuidas pero no de igual manera entre los usuarios de una comunidad.
En vez de exponer ese conocimiento como un sistema lógico: las ‘reglas de la gramática’, Hodge propone otro camino, tal como este conocimiento circula en la vida social, a través de una serie de instancias bien conocidas que llevan, implícita y diversificadamente, una serie de entendimientos de cómo el lenguaje opera en la práctica social.
Dice más adelante: “Lo que llamamos hechos de discurso (e.g. posicionamiento de hablantes y tópicos, circulación de significados y textos) son inseparables de los que han sido llamado hechos del lenguaje (o de la lengua) (e.g. fonología, sintaxis, semántica, gramática), y ambos juntos son indispensables para determinar las formas y procesos ideológicos” (201 ss). En consecuencia señala la necesidad de reteorizar los conceptos claves alrededor de los cuales se constituye habitualmente el campo de la lingüística: ‘gramática’, ‘sintaxis’ y ‘semántica’, para que sea adecuada al análisis del discurso.
La propuesta apunta sobre todo a una teoría que establezca las relaciones entre reglas del lenguaje y operaciones de poder en el actuar de la vida social, a través de la acción de usuarios de una lengua particular como sujetos sociales:  “irreduciblemente -dice-entendemos el lenguaje como una práctica social.., entre muchas otras prácticas sociales de representación y significación”.
En tanto práctica social real, la lengua consiste en discursos o textos, que constituyen los datos primarios a partir de los cuales se infieren las series de reglas, sistemas y significados que son producidos por los participantes. Esta mirada se opone directamente al supuesto fundamental de la lingüística tradicional, acerca de un objeto, el ‘lenguaje’, que se identifica especialmente con las regularidades sintácticas y fonológicas de la lengua, que es un hecho social que existe, en su unidad y coherencia, fuera y antes de cualquier acto lignüístico particular que lo actualice. El punto de partida es en cambio que las regularidades son siempre contingentes y provisionales.
El texto es definido por este autor como un registro de lenguaje en uso, como el producto de participantes situados socialmente, operando con un grado relativo de elección en situaciones donde la conducta discursiva está constreñida a diferentes grados de estructuras específicas de poder y dominio, que van de la igualdad (dimensión de solidaridad) a la desigualdad (dimensión de poder). Los usuarios del lenguaje, como individuos con determinada ubicación social, no tienen acceso al ‘sistema de la lengua’ como tal, sino un acceso parcial y selectivo a configuraciones particulares de ese sistema, las cuales juntas componen una serie abierta a la que llamamos, como un acto social en sí mismo, una ‘lengua’. El sistema total no es otro, nos dirá, que la organización de una serie de elecciones.

4. LOS CORPUS A ESTUDIAR
Nuestro camino hacia el enfoque comunicacional en los estudios del lenguaje, aparte de la investigación bibliográfica que sustente el marco teórico buscado, se orienta hacia el estudio de los discursos o textos: “el estudio empírico será fundamental en toda investigación textual o, más en general, de uso del lenguaje” (Bernárdez 1995, 70).
Hemos elegido determinados tipos de discursos para nuestro estudio. Nos interesa por una parte el discurso escolar, como un tipo de discurso determinado cuyo estudio plantea el tema de la diversidad lingüística y la función de la escuela en cuanto a si supera o ahonda diferencias. Cobra importancia en la escuela el discurso escrito, pero también tiene un papel preponderante la oralidad, y acá son a tener en cuenta los posicionamientos sociales de cada participante del hecho educativo, su acceso al sistema de ‘elecciones’ que conforman la lengua, junto a otros elementos tanto del lenguaje como de otras instancias comunicativas: lo corporal, lo no verbal, el papel de la emoción (Maturana). El tema fue abierto en el trabajo anterior realizado por la cátedra, bajo el título de “Prólogo a la violencia” (Oficios terrestres 3, 1996, 61 ss).
Por otra parte, encaramos el estudio de otro tipo de discursos, el de los medios gráficos. Para ello partimos del corpus de noticias relacionados con un acontecimiento o serie de acontecimientos. Tanto en el caso anterior como en este, reconocemos con E. Bernárdez (cit. 146) la necesidad de herramientas metodológicas distintas a las habituales en lingüística; “el estudio empírico (sobre textos reales producidos/recibidos en condiciones reales, etc.) resulta ahora fundamental como vía para la generalización científicamente válida... De ahí que los estudios recientes sobre el texto trabajen (nuevamente) sobre corpus, habitualmente extensos... No existe alternativa a este estudio de textos concretos, es decir, no podemos utilizar sin más los métodos axiomático-deductivos típicos de la lingüística desde al menos N. Chomsky”
De las dos propuestas, en el presente trabajo nos referiremos a los estudios realizados en la prensa gráfica.
Corpus: Se trabajó en el análisis de las noticias sobre los motines ocurridos en cárceles bonaerenses en abril de 1996, tal como aparecieron en: Página/12, La Nación y Clarín,de circulación nacional, y otro corpus de noticias publicado por el diario El Día de La Plata. Entendemos que, en tanto “construcción social de mundos posibles” reflejan discursivamente la problemática social de los acontecimientos, el ámbito donde se desarrollan, las marcas de subjetividad de los enunciadores, la emergencia de la oralidad y, menos explícitamente, la ideología de los medios de prensa.
La idea rectora parte de la dificultad que plantea T. Van Dijk (1996) acerca de la distinción problemática entre noticia y opinión, partiendo de lo informativo y lo evaluativo. Las noticias se presentan habitualmente como discursos neutros, que informan y no contienen evaluaciones acerca de la información; la opinión, así, quedaría limitada a las notas editoriales, en las cuales la evaluación es totalmente abierta. Esta distinción se problematiza, ya que es sabido que cada diario encara los sucesos de la realidad desde su propio encuadre ideológico. Por lo tanto en las noticias aparecen las evaluaciones sustentadas por ese encuadre y tratan de inscribir al receptor en esa formación ideológica que se puede manifestar en forma directa, indirecta o disfrazada.
Tomamos de R. Alsina (1989) la relación entre el acontecimiento-noticia con la realidad social, a partir de la noción de construcción de la realidad, como producción de sentir a través de la práctica productiva y las rutinas organizativas de la profesión periodística. Pero eso que llamamos ‘realidad social’ no se origina exclusivamente en la práctica periodística. La construcción social de la realidad, noción que Alsina toma de Berger y Luckman 1979, no depende exclusivamente de la práctica periodística según estos autores sino que se sitúa a nivel de la vida cotidiana, en la que se da un proceso de institucionalización de las prácticas y los roles. Es un proceso de producción, circulación y reconocimiento.
Por otra parte, la relación entre periodista y destinatario está vista como un contrato social e históricamente definido, dado por la implantación del uso social de los medios como transmisores de la realidad social de importancia pública. Los propios medios son los primeros en practicar la autolegitimación para reforzar ese rol social. Es claro por ejemplo el caso de Página/12, dirigido a un determinado público que puede caracterizarse como de la izquierda o seudoizaquierda intelectual, o lo que en la jerga de café se suele llamar ‘progre’, y por otro lado opositora, antimenemista; el lenguaje usado por el diario responde a la intención de operar como oposición al gobierno, a la vez que reivindicar derechos avasallados. De ese modo se llega a “la construcción social de la realidad informativa”, que no es sino una de las realidades sociales que los individuos construyen cotidianamente.
El acontecimiento lo constituyen los motines. Responde al tipo de acontecimiento de ‘sucesos’ o convenciones sociales que han sido vulneradas. Constituye un hecho-ruptura, es decir, excepcional, que confirma la noticia-ruptura (Becheloni, 1978). Es un fenómeno social, determinado históricamente, punto de confluencia de la intertextualidad. Es tomado por los medios como materia prima en la producción de noticias, que a su vez se van a convertir en nuevos acontecimientos sociales. Reúne las condiciones para los mismos que rigen en los mass media: “el acontecimiento periodístico es toda variación comunicada del sistema por la cual los sujetos del mismo se pueden sentir implicados”. Estas propiedades se dan en el acontecimiento elegido, así como una condición de ‘espectacularidad’ que se inscribe en la tendencia de los medios (Baudrillard).
Finalmente reúne la condición de comunicable, pero al mismo tiempo hace comunicables otros hechos que por sí solos no serían noticia, pues constituyen la ‘norma’ o caen dentro de la censura o autocensura negociada por los medios: la vida cotidiana en las cárceles, el cuestionamiento al sistema. Esto tiene que ver también con que, en este caso, la implicación del destinatario en la noticia se da por espectacularidad, anormalidad, imprevisibilidad, en menor medida por proximidad. En efecto, cabría acá preguntarse en qué medida el individuo del sistema social se siente implicado, y acá diremos que, aparte de una minoría directamente relacionada con la situación de los ‘internos’, es difícil que el ciudadano común no perciba el hecho al menos como una amenaza lejana pero verdadera: la ruptura del orden carcelario, que funciona en la sociedad como una construcción contenedora, separadora, de los señalados como riesgosos o peligrosos. Esta también el tema de la vulneración a los derechos humanos, y además una situación concreta desde donde plantear la oposición a la política oficial. El lenguaje una vez más, acá, comunica a la razón pero apela a la emoción (Maturana).
Las fuentes del acontecimiento tratado son otros mass media, lo que provoca una autolegitimación del sistema informativo y un discurso homogéneo de los acontecimientos publicados, pero también están las fuentes oficiales y los partidos políticos, así como personas destacadas en el tema que se pone al tapete.
El periodista cumple acá con el rol que le asigna R. Alsina: es enlace de conocimientos de políticos, filósofos y científicos con el ciudadano, cumple su rol social institucionalizado y legitimado en la transmisión del saber cotidiano y como traductor del saber de los especialistas con el gran público. También puede aparecer en la función de ‘advocate’: se implica, toma partido en forma manifiesta, en el caso de Página/12.
Podemos resumir que el acontecimiento se construye desde una perspectiva personal del periodista, que tiene que ver con su ideología, conciente o inconciente, y con la perspectiva del medio para el cual escribe. Este medio ha ido realizando un contrato con sus posibles lectores y creando un campo de lectura donde su discurso sea leído como legítimo.
En cuanto a la noticia en sí misma, importa en principio su ubicación en las secciones del periódico. También los géneros informativos son otra forma de ubicación. Cada género aporta un modo distinto de enfocar la realidad y bajo el enfoque una determinada interpretación. Los géneros son entonces modos convencionales de interpretar la realidad y varían según la función que se les asigne y el propósito que se persiga.
Los géneros sirven de igual modo a quienes los producen como a quienes interpretan el mensaje. Ahora bien, la pertenencia de un discurso a un determinado género es a veces quebrada por irrupción de fragmentos que remiten a variedades distintas. Estas rupturas generan diversos efectos de sentido. En los textos que hemos analizado resulta relevante el hecho de que dentro de los géneros que podemos caracterizar como constitutivos del discurso periodístico (noticia, editorial, entrevista), aparecen una serie de variedades textuales. Gran parte de la información que se transmite aparece como intertextos, es decir, la copresencia entre dos textos bajo la forma de cita. La presencia de un texto dentro del otro apela a la competencia cultural e ideológica de los receptores. El tipo de textos utilizados (notas oficiales, informes a organismos internacionales, telegramas, etc.) refuerzan la idea de objetividad de los hechos transmitidos.
En cuanto a la presentación textual de la información, es común que se presente como generada por diferentes enunciadores. Para ello, un recurso muy usado es el de enunciados referidos, es decir, la posibilidad de incluir un discurso dentro del otro. Las gramáticas reconocen fundamentalmente dos modelos morfosintácticos que permiten incorporar un texto dentro de otro: discurso directo e indirecto.
A lo largo de los diferentes textos objeto de nuestro análisis aparece explotado al máximo el discurso referido, en sus distintas formas. Generalmente se considera que la introducción de las palabras de un locutor, que no es el periodista, en la forma del discurso directo, reproduce con un máximo de fidelidad las palabras del otro. Incluso algunos autores hablan de que esta forma alcanza un 100 % de objetividad (Kerbrat-Orecchioni); pero dicha objetividad no depende exclusivamente del grado de conformidad del discurso citado respecto al original, sino de si existe o no la intervención, desviación de sentido, etc. por parte del que lo cita en las palabras reproducidas, y esta intervención se puede producir incluso en las reproducciones más fidedignas. Citar a otro en forma de discurso directo supone cederle la palabra íntegramente, garantizar la objetividad, convencer al lector de que lo que se dice es verdad. El discurso indirecto también intenta reproducir el discurso del enunciador, provocando el efecto de objetividad, pero en la medida en que no conserva la materialidad del enunciado supone una interpretación del discurso del otro, una versión. Este recurso permite la utilización de enunciadores anónimos o colectivos, tales como: ‘una versión indicaba que...’, ‘fuentes seguras informaron que’, fórmulas que, tal vez sin atenuar el efecto buscado de veracidad o credibilidad, permiten que el enunciador periodista tome cierta distancia de aquello que está diciendo.
Estos hechos son claros ejemplos de polifonía, es decir, de la coexistencia de diferentes voces en un mismo discurso, que se legitiman entre sí y que además dan al lector la idea de que, a través de ellas, el lector toma conciencia del pensamiento de otros y puede observar y cotejar y en consecuencia elaborar sus propias conclusiones. El rol legitimador de los medios se acentúa en nota del 6 de abril, en que Clarín se presenta como participante activo de los acontecimientos, cuando los presos negocian y firman un acuerdo frente a los representantes del periodismo.
A esto debemos agregar una variable, el discurso indirecto libre, recurso muy utilizado en el texto literario por la síntesis que permite por un lado y la fuerte imbricación del trío autor-lector-personaje; el mismo efecto es buscado a menudo en las notas periodísticas, en las que la opinión del periodista (y del diario) buscan la identificación con la opinión del público al que va dirigido, la otra parte del ‘contrato’, y al mismo tiempo la identificación con la voz de otros actores, por ejemplo, la de los funcionarios. La ambigüedad del discurso indirecto libre suele ser usada estratégicamente para dar peso de autoridad a afirmaciones que pueden ser interpretaciones o construcciones simplemente producidas por la fuente periodística.
De algún modo, esta estrategia discursiva propia de los textos informativos nos remite al tema de quién habla, por lo tanto se vincula directamente con el tema de las fuentes periodísticas. Citamos acá a Escudero 1996: “...La totalidad del universo representado está introducido en el espacio del diario a través de un índice específico: la referencia a la fuente informativa... La fuente se vuelve una función textual... La estructura de las fuentes propuestas por los medios se vuelve el simulacro no solamente de la jerarquía social sino sobre todo de la estructura y del sistema de los emisores... Las fuentes textuales son el pacto enunciación que el diario establece con sus lectores, presentando a los actores sociales en la función de informantes”.

5. EL ESTUDIO DE LOS DISCURSOS
Pasemos ahora al análisis de los corpus correspondientes a cada medio periodístico, lo que nos permitió realizar provisoriamente algunas observaciones.
En el corpus de Página 12, por ejemplo, las noticias van firmadas por Andrés Klipphan, quien en la jerga oficiaría como un periodista ‘advocate’. Este es el sujeto empírico que se sitúa frente a los hechos, los redefine desde su perspectiva para volver a construirlos con el objetivo de persuadirnos de su posición. Pero no son notas evaluativas, de opinión. Por ello es que intentaremos rastrear en el análisis las estrategias discursivas del locutor, quien focaliza recortando los sucesos para expresar lo que le parece más destacado de la totalidad, desde su ideología. Dicha focalización se evidencia a través de ciertos recursos como la disposición de la información, la selección léxica, las isotopías conceptuales, las modalidades, las omisiones, los enunciados referidos y los presupuestos.
En este caso “lo real”, el acontecimiento, no se presenta para Página 12 como un hecho anómalo que el diario deba justificar para encuadrar en su ideología. Por eso creemos que el enfoque de la situación está dado desde lo sociopolítico, y nos basamos en la focalización de los temas que el locutor hace, dejando de lado u opacando la importancia de otros. Aquí se tematiza la negociación, la actitud de las autoridades y la responsabilidad gubernamental en los hechos, las condiciones paupérrimas de vida de los presos y la motivación justa en la realización del motín.
Mencionaremos algunas estrategias que utiliza el locutor para focalizar algunos aspectos: la selección léxica que se utiliza para nombrar el motín (se lo llama “rebelión” o “medidas de rebeldía”, es decir, se incluye la voz de los presos); se intenta sacar de foco a los presos cuando aparecen como agentes de procesos negativos, y cuando no existe otra posibilidad que focalizarlos se insiste en diferenciar una minoría violenta; se desprestigia a las autoridades gubernamentales y penitenciarias o se desvaloriza la palabra de los mismos a partir del cotexto de la cita; el acontecimiento que da origen al motín- el intento de fuga- aparece siempre en construcciones entre comas o circunstanciales, es decir, fuera de foco; las notas que rodean la noticia, los cotextos, refuerzan el enfoque sociológico con las voces de especialistas que explican el por qué de los motines o las condiciones inhumanas de las cárceles, o la lentitud de los procesos judiciales; los títulos conforman una isotopía con términos que evocan imágenes de terror o al menos de pesimismo sin salida.
Un hecho relevante lo consituye el que en este medio, desde el principio, la noticia aparece no solo en páginas centrales, a doble página por lo general, sino también como titulares de tapa.
En el corpus de Clarín trabajado, en cambio, el discurso predominantemente elegido para relatar los hechos, en el comienzo, es el de crónica policial, con posterioridad pasa a la sección de ‘información general’. No aparece además al principio en titulares de tapa. Los periodistas firmantes son diversos, legitiman su discurso recurriendo a la autorreferencialidad del medio.
El hecho está presentado como tensión o lucha entre los presos (denominados por lexemas) y el gobierno. Los hacedores en tensión no se hallan desdibujados en su función de ‘violentos’ reclamantes o ‘activos’, y son focalizados como protagonistas centrales. En los titulares es común que se los denomina como ‘los presos’ o ‘los amotinados’, solo en el cuerpo de las notas encontramos ‘rebeldes’. Del tratamiento de los hechos como sucesos puntuales, se pasa al tratamiento de una situación coyuntural: la crisis en el sistema penitenciario de todo el país, que se refuerza con notas cotextuales: cf. nota del 6 de abril, alrededor del dato de que “el sistema causa veintirés conflictos anuales”. Con respecto a los otros actores, los funcionarios, se los presenta como desconocedores al principio de la magnitud del conflicto, hasta tanto no se impone la contundencia de los hechos.
En el cotexto se destaca el uso de imágenes fotográficas ubicadas en sectores privilegiados de la página, y el uso de la infografía, que sintetiza elementos icónicos y lingüísticos. Este recurso, elaborado por el mismo diario, es importante en cuanto a su valor de recepción porque aporta una síntesis de los acontecimientos a través de las ideas relevantes, con un efecto definidor fuerte sobre el público al que va dirigido.
El tratamiento que La Nación del tema, según una primera aproximación, tiene pretensiones de objetividad, si atendemos a los titulares y al cotexto que aparentemente solo intentan informar sobre los hechos. Sin embargo, de un análisis más minucioso podemos deducir que: a. los motines son vistos en forma negativa pues se dice que se iniciaron a causa de una fuga frustrada (Sierra Chica) y luego se extendieron a otros penales. No se menciona ninguna otra causa; b. se caracteriza a los líderes de los motines como reclusos con antecedentes y prontuarios abultados; c. si bien se los llama reclusos y presos, en algún momento también se los designa ‘amotinados’, se habla de ‘motín’ y también ‘cabecillas’, para referirse a los supuestos organizadores; d. son casi siempre vistos como agentes de procesos transactivos, responsables por lo tanto de los hechos, hasta un recluso muerto es agente en la acción de “perder la vida”.
En nota posterior, titulada “El perfil del preso ya no es el mismo”, se plantea una reflexión acerca de las necesidades que imponen los cambios en las conductas delictivas en las últimas décadas: el tomar a  un juez como rehén, la cantidad de armas de fuego en poder de los presos, la muerte de rehenes y reclusos por ajuste de cuentas, la comparación ’avanzan como jinetes del Apocalipsis’, etc.
En cuanto al Poder Ejecutivo, se lo presenta como que pareciera ignorar la situación que los jueces conocen desde hace mucho. Reclama el compromiso asumido de construir más cárceles y más chicas, más seguras y controlables, personal adecuado para tratar a los presos

A modo de síntesis provisoria: los rasgos relevantes que registramos en los textos nos permiten observar cómo un mismo acontecimiento produce noticias ubicadas en distintas secciones para cada medio, generan construcciones sintácticas diferentes y el uso de diferentes lexemas, así como proposiciones causales distintas: una causa sociopolítica, las injustas condiciones de vida de los internos (Página/12), un hecho anecdótico, el intento de fuga (Clarín), la criminalidad y el incumplimiento de parte del gobierno en la construcción de cárceles controlables (La Nación).

Este artículo fue publicado a partir del Proyecto Lenguaje y comunicación, dirigido por Lic. Jorge Luis Bernetti, Codirectora: Prof. Gladys Lopreto, Investigadores: Susana Felli, Claudia Fino, María del Carmen Rivera, Alejandra Valentino. Centro de Estudios Periodísticos y Comunciacionales, Facultad de Periodismo y Comunicación Social, U.N.L.P.
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